29 diciembre 2024

CRÓNICAS NAVIDEÑAS (VIII)

Árbol o Belén.


Cuando era un niño, de eso hace muchos años, la pregunta típica entre mis compañeros de clase antes de las vacaciones de Navidad era ¿En tu casa ponen árbol o Belén? Pocos había que no decían nada, la respuesta estaba equilibrada, el que decía que en su casa se ponían los dos causaba asombro y, porqué no decirlo, algo de envidia. El que ponía árbol y Belén era parte de la aristocracia navideña.

El tiempo ha pasado y mucho me imagino que los niños de hoy habrán modificado la pregunta a ¿cómo adornas la casa? Seguirá habiendo pocos que no digan nada y muchos que con el árbol incluirán una versión reducida del Belén, un Nacimiento o misterio. Quizás debamos admitir que el árbol se ha terminado imponiendo. Entre otras causas porque parece más laico, más políticamente correcto.

El árbol en España es una importación, parece que sus orígenes son alemanes y no está claro si es una representación pagana adaptada al cristianismo o si tiene , por si mismo, una simbología cristiana. El artículo de wikipedia referido al árbol de Navidad así lo plantea. El origen pagano consiste en una representación germánica del universo en el que la copa del árbol simboliza Asgaard, la morada de los dioses, y las raíces los infiernos. El origen de la representación cristiana se basa en una idea del árbol del paraíso, el árbol del fruto prohibido, que está simbolizado por las bolas que colgamos de sus ramas. La iluminación es posterior.

El Belén encuentra sus raíces en Italia, es una ocurrencia de San Francisco de Asís que lo concibió como una representación teatral. Primero fue el Belén viviente y luego el de figuras. Hay belenes para todos los gustos, desde los muy artísticos como el de Salcillo hasta los que se hacen con figuritas de playmovil.  Su elemento central es el Nacimiento y, a partir del mismo se va montando una ciudad, una bonita alegoría que considera a la familia como elemento central de la sociedad. El Belén, no obstante, motiva diferentes evocaciones según quien sea el observador, el erudito que no puede evitar ver ciertos anacronismos, el tecnicista que se extraña de la despropocionalidad entre el pesebre (muy grande)y el palacio (muy pequeño), el curioso busca a la figura del cagón (si la hay) o incluso hay quien me comentó que hacía “selección de objetivos”.

Los dos elementos adornan el hogar por Navidad, el árbol es más económico y un proyecto a más corto plazo que el Belén, éste por contra exige una mayor inversión y mantenimiento, y su montaje requiere más trabajo. Ambos permiten hacer añadidos y cambios de un año a otro y los dos necesitan de cierta sensibilidad artística. Pero, en mi opinión, lo fundamental es que representan una ilusión con la que vivir los días festivos.

A mí ya no me gusta montar ni lo uno ni lo otro, es algo que he perdido con el tiempo. La última vez lo hice con mi nieta por amor de abuelo. Y créanme que siento que no me guste, creo que significa que he perdido la ilusión y eso es lo que me hace realmente viejo.   

2 comentarios:

Susana Moreno dijo...

Da pereza pero seguimos poniendo el Belén. Un beso

Trecce dijo...

Yo pienso que pueden convivir perfectamente. Eso sí, comparto que da cierta pereza.