El soborno.
Hoy me ha costado trabajo encontrar algo de lo que escribir. No tengo una opinión muy claro de lo acontecido en Siria, aunque sería interesante analizar cómo es posible que un país colapse en poco más de una semana. Me importa poco que no haya habido representación oficial española en la reapertura de Notre Dame, no creo que la ausencia de nuestros representantes se haya tenido muy en cuenta y hasta es posible que haya proporcionado cierto alivio a las autoridades francesas. Y me he encontrado con dos artículos de opinión en The Objetive uno se titula “El gobierno de los peores”, escrito por Carlos Granés y el otro lleva por título “Lo que no falla”, y los firma Fernando Savater. Puede gustar o no lo que dicen en la página de opinión de The Objetive, pero a mí me gusta mucho cómo lo dicen. Carlos Granés hace una defensa de la democracia a pesar de que en la época que nos ha tocado vivir elegimos a los peores gobernantes, no lo restringe a España sino que lo aplica al resto del mundo poniendo como ejemplo los personajes que ha elegido Trump para formar gobierno. Fernando Savater hace una defensa de la Constitución, a pesar de que nadie esté completamente satisfecha con ella, declarándose convencido de que cualquier modificación de las que se proponen será partidista.
Soy de la idea de que el ser humano es y nace libre considerando que siempre puede elegir entre las opciones que se le presentan. Las consecuencias que tenga que afrontar por sus decisiones definirán el grado de libertad que su sociedad tolera. Habrá quien afirme que la democracia enmarca el modelo de sociedad que tolera más opciones. No nos engañemos, las opciones para elegir no resultan infinitas y en democracia pueden estar tan restringidas como en una tiranía. Consideramos que la democracia occidental es la mejor forma de gobierno, o la menos mala, y que sería bueno exportarla al resto del mundo. También hemos asistido a una mal llamada Primavera Árabe que ha demostrado que los pueblos musulmanes necesitarían otro tipo de democracia en la que la religión ocupase un lugar en el reparto de poderes. Asistimos también al resurgir de China como primera potencia bajo la dirección de un Partido Comunista Chino muy lejana de poder considerarse una democracia. Tampoco consideramos una democracia a Rusia, pese a que celebra elecciones. Pero consideramos una democracia a Ucrania aunque Zelensky haya excedido su mandato. Quiero con esto decir que no hay una democracia o gobierno perfecto. Tampoco es similar la democracia española a la francesa o a la británica, como no es el mismo comunismo el chino que el coreano o el vietnamita.
En todo estado la base de su forma de gobierno es la ciudadanía, su participación en él y grado de participación definen su posición en un espectro que ocupa desde la democracia al totalitarismo. Existe, por tanto, una relación entre el gobernante y el pueblo. No depende esa relación tanto de la elección del primero como del compromiso que el gobernante adquiere para que el pueblo le permita ocupar su posición. En ocasiones el compromiso es nulo, el gobernante reduce sus compromisos a una élite económica que lo mantenga y a una guardia pretoriana que lo defienda. En la otras ocasiones el compromiso es un recurso a la prestidigitación, el gobernante promete lo que no puede dar y garantiza imposibles, propone revoluciones en las que el compromiso posterior acaba siendo un engaño. En la mayoría de las ocasiones el compromiso acaba siendo un soborno o una amenaza velada que se materializan en la campaña electoral en forma de promesas o premoniciones: lo que voy a hacer por vosotros si ocupo el cargo y los que os puede pasar si lo ocupa otro. Y los ciudadanos, el pueblo o la sociedad se ven obligados a elegir entre las pocas opciones de muy escasa calidad que se le presentan.
Y es que la política ha pasado de ser una forma de vivir a una forma de ganarse la vida. La política es un espectáculo gratuito que no nos en el que nos sobornan día si, día también, para que paguemos a unos artistas que no tienen límites.
Y disculpenme, pero hoy estoy pesimista.
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