Relatividades.
Hoy las noticias seguían hablando de lo mismo, casi podríamos decir que la actualidad son variaciones del mismo tema, como el capítulo nuevo de una serie diaria. Sin más novedades que las precisas para hacer que el interés por la trama siga vivo. Tampoco es que sea una novedad, pero me ha llamado la atención el artículo que lleva por título “El invierno del planeta dura cada año una semana menos desde hace una década”, lo escribe Ricardo F. Colmenero y se publica en Elmundo.es. Se refiere al cambio climático, calentamiento global, crisis o emergencia climática, como quieran llamarlo.
Me ha dado que pensar y genera muchas dudas. La primera de ellas es si desde hace diez años el invierno dura una semana menos o si desde hace diez, el invierno anual, el de cada año, se ha reducido en una semana, en ese caso la duración del invierno en 2025 será de una semana, y según este cálculo, 2026 contará con tres estaciones del otoño pasaremos a la primavera. Posiblemente esta interpretación del titular sea errónea y habrá que quedarse con que el invierno dura menos. En realidad las estaciones son una referencia por lo que si somos correctos habrá que decir que los inviernos son más cálidos, cosa que ya sabíamos. No soy negacionista.
Pero nos recuerda Don Ricardo que este fenómeno se da en la tercera parte de los 123 países del mundo, o sea unos 41 países, lo que puede indicar que a los otros 82 les da lo mismo. Quiere esto decir que el cambio climático sólo afecta a una tercera parte del mundo. Y dentro de esta tercera parte está España, Letonia, Dinamarca, Estonia y Lituania. Desde luego que en España el invierno dure menos no tiene porqué ser beneficioso, pero para los países del Báltico puede ser una buena noticia. Lo cual nos indica que hay regiones que se pueden beneficiar del calentamiento global, no me extrañaría que un ruso de Siberia o un canadiense de los Territorios del Noroeste empiecen a considerar su región como tierra de las oportunidades. Entenderemos, entonces, que la lucha contra el cambio climático no sea una causa global, después de todo puede haber beneficiados.
No sé si el género humano es tan poderoso como para modificar el clima, tanto a favor como en contra. Ya he mencionado que los expertos, cuando han existido, han tenido memorables meteduras de pata: ya dijeron, en el siglo XIX, que el ser humano no podía superar los treinta kilómetros por hora, en el siglo XXI otros expertos pronosticaron que el paso del COVID-19 por España sería testimonial y, tras el confinamiento, siguieron siendo expertos. A la vez, otros expertos, nos dicen que el calentamiento puede deberse a un proceso natural. Nos guste o no, nos movemos en lo incierto.
Pero algo tendremos que hacer. Efectivamente ante un futuro con menos precipitaciones y más violentas cuando las haya, hay que tomar medidas. Y hay posturas enfrentadas, Los hay que proponen rendirse a la naturaleza, dejar que ella actúe. No drenar los ríos, no hacer nuevas presas, incluso destruir algunas y dejar que el agua corra hasta el mar o se desborde llegado el caso. A la vez está la negativa de explotar los recursos naturales o de hacer nuevas infraestructuras. Son los partidarios del no hacer, cuando no deshacer, en nombre de una sostenibilidad que nos va a devolver al neolítico. Los hay que, por contra, proponen obras faraónicas y explotar al máximo los recursos que brinda la Tierra. Partidarios de vencer y derrotar a la naturaleza sin tener en cuenta que esta victoria puede acarrear su desaparición que también sería la nuestra. Ambas posturas exigen sacrificios y tienen un gran coste.
Pero entre ambos extremos tiene que haber una solución satisfactoria que no depende tanto de autoridades políticas sino de los ciudadanos. La eficacia de las soluciones, como las medidas adoptadas, siempre serán relativas.
1 comentario:
El sentido común escasea en estos tiempos. Un beso
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