EUROVISIÓN
Me ha sorprendido hoy un artículo de El País que lleva por título "Guía geopolítica para ver Eurovisión", lo escribe Luis Pellicer y en él se analizan todas las circunstancias exteriores que tienen repercusión en el festival. Eurovisión viene a ser una torre de Babel no sólo de idiomas, también de ideas e ideologías. Un escaparate de transgresión, reivindicación y afirmación en el que, al final, lo menos importante es la música. Cada país tiende a elegir para que le represente una canción que muestre su deseo de cultura más que su realidad cultural. Que su canción emita un mensaje acorde con la posición de su gobierno. Y que el artista responda a los estereotipos que los dirigentes de una nación deseen. Influyen, por supuesto, las relaciones internacionales hay países que lo tienen más fácil y otros más difícil, entiéndase Ucrania por un lado e Israel por otro. Siempre habrá un voto influenciado por la simpatía o por el perjuicio.
El festival de Eurovisión supone para unos la fiesta europea de la cultura y para otros una especie de desmadre. Hay que ser muy optimista para considerar cultural a este espectáculo, de ser así ¡qué bajo han caído las artes en Europa! El hecho de pensar en el festival como un espectáculo ya parece optimista. Y la organización del mismo hace que esté muy lejos de ser un desmadre, dado que cada cosa está en su lugar y cada uno ocupa y mantiene su posición.
El Debate publica otro artículo relacionado con Eurovisión, lo escribe Jorge Aznal y lleva por título "Este es el país que ganará Eurovisión 2025, según la inteligencia artificial". ¡Menudo embolado le ha caído a la inteligencia artificial!, puede que tengamos la ocasión de comprobar, una vez más, que no existe tal inteligencia. O, ya puestos, que vote ella y nos ahorrará un buen rato. También sería curioso que los votos de cada país fuesen emitidos por la inteligencia artificial de cada uno de ellos. Sería apasionante ver la disparidad o coincidencias entre una inteligencia artificial española y una británica. Total un factor de polémica más en el festival no se notaría.
Pero toda inteligencia que se precie, artificial o no, no debería dar al festival de Eurovisión mucha importancia. Puede que un sociólogo lo encuentre apasionante para analizar tendencias. Para los Españoles es una continua decepción, y eso que muchos años partimos, dicen los comentaristas, entre los favoritos y la norma es que acabemos entre los últimos. Hay excepciones, Chanel la última de ellas, que se presentó con una canción que no era la preferida del gobierno. En todo caso, y para examen de conciencia de los progresistas, con Franco ganábamos el Eurofestival y de eso hace ya más de cincuenta años. Va a resultar que la asignatura pendiente de la democracia española, sobre todo del progresismo, es quedar vencedores del certamen. ¡Toma nota Pedrito!
Particularmente contemplo el festival con indiferencia, prefiero ver una mala película, leo los resultados en la prensa o los veo en las noticias e incluso, algunas veces, escucho la canción vencedora que siempre queda por debajo de la insuperable Waterloo de ABBA.