21 noviembre 2024

INSTITUCIONES POR FAVOR

INSTITUCIONES POR FAVOR

Hace tiempo ya que en España se tomaron una serie de decisiones trascendentales que han marcado nuestro devenir. El compromiso de no construir centrales nucleares o la preferencia por el diesel son dos ejemplos. Ambos fueron tomadas por el ejecutivo del momento. Pero hay otras decisiones que se han instalado en la sociedad sin que nadie tenga una idea de su origen. Es el caso de la preferencia de los líderes sobre las instituciones. En el caso español no tenemos muy claro el papel del líder. No establecemos diferencias entre la figura que ejerce el liderazgo y el que ostenta el mando. Según este concepto, el jefe de la sección de una oficina es también el líder de esa sección.

Pero sabemos que no es así, no es necesario ser jefe para ser líder, ni líder para ser jefe, aunque lo ideal resultase en que un buen jefe también fuese un buen líder. Un buen líder es el que ejerce el liderazgo, arte consistente en aunar voluntades para llegar a un fin, un jefe se encuentra con la responsabilidad de llegar a un fin y, para ello, muchas veces tiene que imponer voluntades (y no tienen por qué ser suyas). Un líder fortalece las instituciones para aunar voluntades, un jefe puede asumir el riesgo utilizar las instituciones para imponer voluntades. Un equilibrio peligroso que oscila entre liderazgo y tiranía.

Ante este caso, y como factor de equilibrio están las propias instituciones. Una institución bien estructurada y con un concepto claro de sus cometidos puede ayudar al líder a unir voluntades a la vez que puede establecer límites a la actuación del tirano y al alcance de sus acciones. Las instituciones resultan fundamentales, toda vez que en el abanico entre las posibilidades de que haya un buen líder o un mal tirano las probabilidades se decanten hacia el segundo extremo.

La historia nos puede contar de muchos casos que un buen líder evoluciona a tirano, muy pocos en que haya ocurrido lo contrario. La historia nos demuestra que las instituciones han dado la continuidad necesaria en los periodos de transición entre un buen líder y otro. También la historia nos enseña que las actuaciones de un tirano para apuntalarse es hacerse con el control de las instituciones. 

En España somos espectadores de un proceso en el que presuntos aspirantes a líderes, y con el riesgo de que acaben siendo tiranos, están debilitando las instituciones para fortalecer o debilitar la imagen de su presunto liderazgo. Las instituciones políticas, por muy beneficiadas que resulten, están debilitando su prestigio y perdiendo su fiabilidad (¿Alguien se fia de la presidencia del Gobierno?). Otro tanto podemos decir de unos sindicatos que viven más de las subvenciones que de las aportaciones de sus afiliados, no parece que sean muy independientes. La defensa y ataque que los poderes políticos hacen sobre los jueces, y su injerencia en el nombramiento de los organismos judiciales, hacen que la justicia siempre esté en duda. Podemos seguir poniendo más ejemplos. Pero la conclusión siempre es la misma: las instituciones se tambalean.

Y ese desequilibrio al que están sometidas las instituciones se traslada a una superinstitución a la que podríamos llamar España. España no sé fortalece con sus líderes actuales. Es más, a lo largo de lo que va de siglo se ha ido debilitando. La conclusión es clara: no necesitamos líderes, pero si instituciones.



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