22 enero 2025

EL CUENTO DEL SUEÑO DE LA NIÑA

El cuento del sueño de la niña.

Elementos enigmáticos. Salvador Dalí.Museo Dalí

El señor Requejo había llegado a un estado en que ya tenía más pasado que futuro. Era muy consciente de que lo mucho vivido superaba por mucho a lo por vivir. Era una realidad que no le quitaba el sueño ni le daba inquietudes. No tenía motivos para quejarse. Estaba satisfecho con su pasado. Disfrutaba del presente. Podía hacer frente a un futuro cómodo y sin deudas ni previsión de gastos extraordinarios. Había hecho sus deberes y sólo podría incomodarle las disposiciones que tomasen las instituciones. A pesar de estar a merced de los vaivenes de una sociedad, podía estar tranquilo.

Pero tenía un problema, no era capaz de recordar lo que había soñado. Sabía que había soñado porque al despertar todavía tenía un recuerdo que se desvanecía en melancolía, dejando una sensación de tristeza. Le había costado casi una vida asumir que cuando uno sueña no ve, ni oye, ni huele, ni toca, ni saborea. Los cinco sentidos permanecen tan dormidos como el durmiente. Había descubierto, a esas alturas de la vida, que los sueños son sensaciones y sentimientos, percepciones que adoptan imágenes, sonidos, olores y texturas que ayudan a nuestros sentidos a interpretar esas emociones.

Descubriendo que los sueños eran sentimientos, no sabía describirlos y tenía que recurrir a comparaciones con recuerdos casi olvidados. Así comparaba un sueño con la sensación que se siente cuando tu amor es correspondido, o con la emoción del primer amor ese que va a durar siempre. También podía comparar las pesadillas con la incertidumbre y desorientación del primer día de academia o con la pesadumbre que quedaba tras la reprimenda de su padre o madre. Había sido atrapado en una red de comparaciones imprecisas y abstractas en la que lo principal eran los sentimientos los sentidos eran algo secundario.

Pero un día consiguió soñar con nitidez, se encontró en un parque bastante austero, en un día sin sol. Estaba esperando a una niña. Saber de la llegada de esa niña le provocaba una inmensa alegría, al menos él llamó así a lo que sentía, incomparable a ningún recuerdo anterior. Despertó recordando lo que había soñado y , cosa rara, lo recordó durante toda la mañana, aunque la sensación de alegría desapareció en cuanto despertó.

El recuerdo de esa niña desconocida quedó grabado en su mente. La identificaba con su nieta, aunque tenía muchas nietas tenía lo de todas. Se preguntó a qué se podía deber el sentimiento de tanta alegría y, buceando en sus recuerdos, descubrió que era porque se sentía querido por la niña, y que ella tenía tantas ganas de encontrarle a él, como él a ella. Y sólo para dar una vuelta por aquel parque, caminar uno junto al otro, sin necesidad de hablar y sabiendo Requejo que la niña iba a su lado.

Pasó un tiempo hasta que volvió a soñar con la niña, esta vez la vio y se repitió la sensación de alegría, más acentuada cuando constató que acudía a la cita, pero despertó antes de que coincidiesen. La niña no era tal, no podría decir la edad ni describirla, si experimentó la sensación que era, a la vez, todas las mujeres a las que había querido y que le habían querido. Sus abuelas, fallecidas hace mucho tiempo, que le colmaron de mimos. Su madre, que le cuidó y educó. Su hermana, con la que jugaba y discutía. Su hija, tan rebelde y, a la vez, tan próxima a él. Sus nietas, a las que había mimado, para eso era abuelo. Y, sobre todo, a su mujer, que había sido la mayor parte de su vida una parte de si. La niña era pasado, presente y futuro.

Y hubo un tercer sueño con la niña, se encontraron en una plaza del parque, sin fuente y con algunos bancos. La niña sonrió y le ofreció su mano. Requejo se dejó coger la mano y comenzaron a pasear. En el momento que se dieron la mano sintió una gran tranquilidad unida a la conocida sensación de alegría. La idea, que no sentimiento, “soy feliz” se materializó por encima del sueño. Al iniciar el paseo por el parque toda sensación de duda había desaparecido. Experimentaba la emoción de que sabía ya todo lo que debía saber y la percepción de que el paseo con la niña sería eterno.

Requejo no despertó.     

 

2 comentarios:

Susana Moreno dijo...

Una gran historia con bonito final. Un beso

LUFERURA dijo...

Me alegro de que te haya gustado.
Un saludo