06 agosto 2025

EL CUENTO DEL RELOJ


En esta ocasión la convocatoria de los relatos jueveros corresponde a Rosana y Patricia en su blog "Artesan@s de la Palabra", en esta ocasión prefiero contar el cuento en primera persona y espero que me disculpen si el sacudón no es producto de un evento repentino, sino de una cita que ha ido provocando un goteo hasta que se desbordó el vaso. Puedo entender que alguien considere que hay una diferencia entre el origen y el sacudón en sí. Hay veces que las cosas repentinas vienen de lejos...

El cuento del reloj.

Detalle de "la persistencia de la memoria". Salvador Dalí.

Mi estancia en Afganistán no fue deseada pero si enriquecedora. Mi puesto exigía la asistencia a reuniones, la atención a visitas y la organización de servicios propios de un aeropuerto. Todo ello implicaba que una parte del trabajo era ir llenando una agenda en la que se reflejaba lo que se planeaba para los días venideros. En realidad, ya estaba acostumbrado a que el reloj marcase el día a día. El caso del aeropuerto de Herat era un extremo, pero no una novedad.

El comandante militar del aeropuerto, con el que llegué a desarrollar cierta amistad, era un auténtico corcho: había combatido contra y con los rusos, contra y con los talibanes, contra y con los americanos y ahora estaba con la OTAN y los españoles e italianos que estábamos a cargo de la Base de Apoyo Avanzada en Herat. En una de las reuniones me dijo “vosotros tenéis relojes, pero nosotros tenemos el tiempo”. Debo admitir que no le presté mucha atención, lo interpreté como una especie de indirecta de que los afganos se quedarían allí indefinidamente, mientras nosotros teníamos una fecha de salida. En nuestros encuentros siempre me soltaba ese tipo de sentencias antes de solicitar algo.

De vuelta en España  la vida siguió igual marcada por una agenda que se reflejaba en el reloj hasta que me llegó la hora de pasar a la reserva. Mi primer día sin horarios y sin necesidad de estar atento al reloj me recordó  la frase que me soltó el coronel afgano que hoy, me imagino, estará trabajando con los talibanes. Creo que en ese momento la entendí y mi primera decisión como retirado fue la de quitarme el reloj. No me lo he vuelto a poner, ni me considero un dueño del tiempo, pero desde entonces ya no vivo esclavizado por un horario. No tengo agenda y todo puede esperar un poco más o un poco menos sin necesidad de atender a priorizaciones. Pero en lo que más ha influido esta liberación del reloj es que me ha hecho más paciente. La vida puede transcurrir más sosegada y con una rutina diferente.


2 comentarios:

Susana Moreno dijo...

Una gran frase con moraleja. Un beso

Somos Artesan@s de la Palabra dijo...

Hola LUFERURA, me ha gustado mucho tu historia, supongo que el estar en zonas tan conflictivas hace que uno se plantee y replantee muchas cosas, sobre todo cuando pasa el momento y puede volver a una vida digamos "más normal", ese reloj te una manera diferente te dio el sacudón necesario para cambiar tus tiempos de vida.
Me ha gustado mucho, muchas gracias por participar de nuestro reto.
Un abrazo.
PATRICIA F.