Atiende este artículo a la convocatoria de VadeReto de agosto en la que hay que reflejar una historia que sugiere una de las imágenes expuestas en una galería, yo he elegido esta imagen y la historia propuesta es la siguiente:
El cuento de la cara.
Era una tierra rica y exuberante en la que todos vivían felices, los cazadores podían cazar sin que los animales se viesen afectados, había de sobra y los hombres sólo cazaban para alimentarse. Los pescadores obtenían los peces de un gran lago que era el origen de la riqueza de la región. Los habitantes vivían en unas casas que tenían su tierra anexa en la que cultivaban frutas y verduras de excelente sabor y cantidad. El ganado pastaba en prados que no pertenecían a nadie pero que todos consideraban suyos. No faltaba de nada, tampoco sobraba nada. Alimentarse y mantenerse requería un esfuerzo que siempre era recompensado con la falta de necesidad. Todos se consideraban satisfechos, tanto que llamaron a su tierra Villafeliz, ignorantes de que la satisfacción es más duradera que la felicidad y que es más fácil vivir satisfecho que feliz.
Esta vida de satisfacción se vio alterada cuando un granjero se vio afectado por una enfermedad que todos desconocían. La desgana, unida a un inexplicable cansancio, invadía su ser. El desinterés se fue apoderando de él y como un contagio se trasladó a cada miembro de su familia, mientras duró su enfermedad ninguno pudo trabajar la tierra, cazar o pescar, el abandono se apoderó de la granja y la familia sobrevivió gracias a la ayuda de sus vecinos.
El mal que le aquejó se fue tan repentinamente como vino. Lo primero que hizo el granjero fue inspeccionar sus tierras, las frutas y hortalizas estaban abandonadas y muchas habían caído de los árboles y las matas y se habían podrido en el suelo. Lo peor fue el terreno donde cultivaba el cereal, el abandono había provocado que no llegara el agua al campo, parte de la cosecha se había perdido y el suelo se había cuarteado. En la parte más seca se había dibujado algo parecido al rostro de una persona madura que, más que de arena, parecía hecho de ceniza con una mirada inexpresiva y vacía y provocaba una profunda inquietud. Contempló el rostro el granjero durante largo rato, en silencio, como hipnotizado y sólo salió de su estupor cuando creyó oír al rostro pronunciar una palabra:
- - Sed.
La palabra resonó en su interior hasta la última esquina de su percepción y como un eco se repetía con diferentes tonos. Cuando por fin dejó de oírlo el silencio dio paso a una sensación de que nada era suficiente.
Este convencimiento de que todo
era poco le llevó a redoblar sus esfuerzos, por primera vez en la comarca uno
de sus habitantes construyó un vallado para delimitar sus tierras, que pasaron
a ser sus posesiones, en las que incluyó parte de los prados compartidos y el
cauce de los arroyos que pasaban por sus tierras e iban a parar al lago. Cauces
que fueron desviados para regar con más agua sus campos y que sus animales
pudiesen abrevar en abundancia.
Provocó este desvío que la granja
vecina se viese afectada y que la falta de agua no tardase en secar su cosecha, su propietario decidió ir a hablar con el dueño de la granja aledaña para llegar a un acuerdo
y que las cosas siguiesen igual, ya que funcionaban bien y estaban satisfechos.
Inició el camino y decidió pasarse antes por los cultivos de cereal para llevar
un manojo de mieses secas como prueba, era donde más falta hacía el agua. Al
llegar a este campo vio que el terreno se había cuarteado y donde más seco
estaba había una especie de rostro como esculpido en ceniza. Quedó el afectado
mirando a ese rostro hasta que escuchó una sola palabra:
- - Sed.
En ese momento sintió el vecino
afectado además del sentimiento de que nada era suficiente la sensación de
haber sido burlado. Por esta razón se dirigió a la granja vecina y, sin mediar
palabra, golpeó al granjero que había levantado vallas y desviado los
arroyos. Reaccionó el otro y estuvieron peleando toda la mañana sin mediar
entre ellos una palabra hasta que sangrando cada uno volvió a su casa con el
firme propósito de que no volverían a pelearse... antes se matarían. Por esa
razón uno elevó las vallas, mientras el otro las construía igual de altas y lo
que eran herramientas de labranza empezaron a ser armas. Como uno y otro se
tenían miedo, no se hablaban y dedicaban cada vez más tiempo para vigilarse. El
tiempo que dedicaban en observarse uno a otro y las herramientas que no
utilizaban porque eran necesarias como armas fueron la causa de que ambas
granjas fuesen empobreciéndose. El desvío de los arroyos provocó que el lago
fuese disminuyendo y que en más granjas se cuartease la tierra, dándose el
fenómeno de que en la parte más seca del terreno ya cuarteado apareciese una
cara que murmuraba la palabra
- - Sed.
Y era automático el sentimiento
de carestía, de que todo era poco, que el agua no saciaba y que la comida no
alimentaba. Se fueron levantando vallas que no separaban las tierras pero si a las
personas, ni se entendían ni querían entenderse, sólo querían tener más.
Los prados habían dejado de ser comunes y entre tanto cercado el ganado siempre estaba necesitado de algo. La obsesión por tener carne motivó que desapareciese la caza
de los bosques a la vez que la falta de agua, la reducción del lago y que cada
uno quería tener más peces causó la desaparición de la pesca. Todos se
vigilaban a todos, cada vez se dedicaba más tiempo a esta labor a la vez que
cada vez más herramientas se dedicaban como armas. No es de extrañar que cada
día todos fueran un poco más pobres y estuviesen menos satisfechos y muy lejos de
ser felices. Pero la comarca seguía siendo Villafeliz y cuando un granjero recordaba
los viejos tiempos de satisfacción y lo fácil que sería volver a ellos
derribando vallas y dejando que los arroyos recorrieran su cauce una voz
interior acallaba sus pensamientos con una sola palabra:
- - Sed.
1 comentario:
Hola, Luferura.
¡Maravillosa carta de presentación para nuestro VadeReto!
El relato podría situarse en la categoría de fantasía/terror, si no fuera porque es demasiado real. Ante estas historias, siempre me hago la misma pregunta: ¿Tan difícil es la convivencia?
Creo que has dado varias nociones de por qué es tan complicado.
Por un lado, la diferencia entre satisfacción y felicidad. Como bien dices, «es más fácil vivir satisfecho que feliz», porque lo segundo depende mucho de cada uno y, como dijo alguien, «la felicidad nunca se consigue, se disfruta en el camino de búsqueda».
Por otro lado, narras perfectamente la necesidad de posesión de la especia humana. Eso de compartir está muy bien en la teoría, pero el sentimiento de propiedad es demasiado fuerte.
Además, muestra perfectamente, cómo la capacidad de entendimiento, unida a la ira, se convierte en violencia y, después de eso, ya no hay vuelta atrás.
¡Enhorabuena, Luferura! Nos has regalado un cuento lleno de enseñanzas que nos llevan a reflexionar seriamente sobre la convivencia, la empatía y la armonía entre las personas. Ojalá solo se quedara en eso, un cuento. Por desgracia, podríamos ver esta narración como una noticia actual en los medios.
Muchísimas gracias por participar en el VadeReto con este regalo. Espero poder seguir leyéndote y disfrutando de tu creatividad y buen trabajo narrativo.
Abrazo Grande.
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