De leyes y limitaciones.
El cuerno de la abundancia no existe, es una creación mitológica. Además de él no salía cualquier cosa, sólo alimentos uno con el podría vivir sin preocupaciones pero no hacerse rico. Estamos cayendo en la trampa de creer que el Estado es una especie de cuerno de la abundancia que nos va a hacer millonarios y que no sólo no nos va faltar de nada, sino que va a colmar todos nuestros caprichos. Y no es cuestión de que el Estado nos dé todo lo que le pidamos, es cuestión de que bajemos nuestro nivel de conformidad. Si cuando gobernaba Zapatero una "solución habitacional" de treinta metros cuadrados nos parecía una burla hoy hay quien paga, y mucho, por ello. En veinte años treinta metros cuadrados no han cambiado, pero nosotros si. Los que están conformes con estas viviendas son los que en tiempos de Zapatero eran menores, son ellos los que reflejan las tendencias de los cambios sociales. Es a ellos a los que hay que convencer de que están como nunca han estado sus mayores.
Los impuestos y la deuda, lo que nos presten, pueden colmar el cuerno de la abundancia y permitirnos dotarnos de unos servicios que nos garanticen ciertas comodidades, pero no nos hace ricos y siempre habrá limitaciones. Las leyes son las que vienen a establecer esas limitaciones y prioridades, qué y cuanto. Por eso aunque el pilar de las leyes sea la Constitución, las leyes guía que materializan una legislatura son los presupuestos generales. Por cierto, la actual legislatura no ha elaborado unos presupuestos, eso significa que no sabe cuanto gastar y en qué, el Estado está atendiendo a necesidades de hace tres años y, en teoría, está gastando lo que tenía pensado gastar hace tres años. Hay dos formas de hacer el presupuesto: con austeridad atendiendo al dinero disponible, algunos servicios serán recortados; priorizando los servicios que obligarán a gastar más que lo recaudado, la deuda aumentará. La gratuidad de los servicios no existe, si usted se sube gratis a un autobús no le quepa duda, alguien ha pagado por usted. Si no paga por una intervención médica es porque, de alguna forma, muchos lo han pagado, incluido usted, a través del IVA, el IRPF o cualquiera de los impuestos a los que hace frente cada día.
Las leyes también necesitan de cierta coordinación, si no dan lugar a absurdos. Uno de los ejemplos más claros está en el uso de los plásticos. Una leyes obligan a pagar un impuesto punitivo por utilizar envases y bolsas de plástico para reducir el consumo y utilización del mismo. Pero otras leyes obligan a envasar productos envueltos en plástico lo que mantiene su consumo. Parece que, en resumen, es una medida para recaudar dinero. Las propias leyes contemplan con benignidad unos medios a la vez que condenan otros que tienen el mismo fin. La ley prohíbe la edificación de una central nuclear o de una explotación de petróleo, pero otorga todos los parabienes a una central eólica o solar, el fin es el mismo. El panorama es muy parecido un paisaje de molinos eólicos, un campo de paneles solares o un terreno lleno de torres y bombas de extracción, bastante menos impactantes que los edificios de una central nuclear, pero menos peligrosos. No obstante, ecología manda y la desaparición de olivares para poner placas solares está más que justificada aunque la desaparición de otro tipo de árboles que implicaría la construcción de un embalse sería inadmisible. No es que la ecología mande, manda una visión (urbana) de la ecología.
Por otra parte el comprometerse a todo como señalan las leyes nos conduce a no solucionar ningún problema. Imagínense un terreno urbanizable en el que se puede edificar ¿qué hacer?
Hay un problema de vivienda, luego lo lógico sería construir viviendas a un valor económico
Coste de la vivienda = (Coste del terreno + coste de la construcción) / número de viviendas.
No obstante también hay una emergencia ecológica lo que obliga, por ley a que haya zonas verdes, lo cual significa construir menos viviendas modificando la fórmula anterior
Coste de la vivienda = (Coste del terreno + Coste de la construcción de viviendas + Coste de la construcción de la zona verde ) / número de viviendas (menor que el anterior).
También hay un problema de aparcamientos, medios de transporte publico y otros a los que se podría denominar servicios de movilidad que implican una construcción extra a cambio de construir menos viviendas, con lo que la fórmula definitiva es
Coste de la vivienda = (Coste del terreno + Coste de la construcción de viviendas + Coste de la construcción de la zona verde + Coste de las infraestructuras de movilidad) / número de viviendas (también menor que el anterior).
El resultado es que el terreno lo comparten viviendas, zonas verdes e infraestructuras con lo que las viviendas o son más caras, o más pequeñas o las dos cosas. Las leyes no sólo ordenan nuestra vida también, en gran parte, limitan nuestras posibilidades. Conclusión parece que no hay para tanto compromiso y la vivienda no es la prioridad del Estado (al menos ahora).
El presupuesto de los ciudadanos es más bien austero, ajustamos nuestras necesidades y prioridades a la cantidad determinada por nuestros ingresos. Si esta cantidad cada vez resulta más gravada por las leyes (véase revisiones o inspecciones, además de diferentes figuras impositivas) nuestras posibilidades estarán cada vez más limitadas pero con el convencimiento de que el Estado va a satisfacer nuestras necesidades básicas gratis disfrutando así de un estatus que no tenían nuestros abuelos que, sin embargo, vivían mejor.
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