29 marzo 2025

PROHIBIR Y CENSURAR

Prohibir y censurar.

 

Quema de libros.. Enciclopedia del Holocausto.

Cuando estaba en la Academia era costumbre proyectar una película los viernes por la tarde. La asistencia era voluntaria y cualquier cadete que no estuviese arrestado podía ir al cine. Hubo una semana en cuestión que la película programada era Novecento, dirigida por Bernardo Bertolucci. Recuerdo que esa semana extremé el cuidado y puse todo mi empeño en no ser arrestado para poder verla, además las dos partes la primera en una semana, la segunada en la siguiente. Por fin llegó el día señalado y alguien decidió que los alumnos, todos mayores de edad, no podían ni debían ver esa película porque hacía apología del comunismo. En su lugar proyectaron “Humanoides del abismo” una película en que los humanos luchaban por detener una invasión de seres acuáticos que subían a la superficie con la sana intención de violar mujeres y poblar la tierra con sus descendientes. Por supuesto, la segunda parte tampoco se proyectó a los alumnos. Desde entonces asocio a Novecento con la decepción y, sobre todo, con una tutela moral que justifica que un grupo determinado de personas no tenga acceso a una película.

Publica hoy Marta Robles en La Razón un artículo que titula “Bretón” en el que se muestra partidaria de la publicación del libro “El odio” de Luisgé Martín en el que se narra el asesinato de unos niños perpetrado por su padre. En El Mundo, Daniel Arjona explica en un análisis a los suscriptores “Los tres errores de Anagrama con José Bretón: falta de exigencia, ingenuidad y cobardía”, no lo he podido leer. A pesar de estar autorizada la publicación del libro, la editora se ha echado atrás y ha decidido no lanzarlo. Ha debido llegar a la conclusión de que, en este caso, la polémica podría ser más perjudicial que beneficiosa. Cosas del marketing. Los comentarios que ha recibido doña Marta son contrarios a su opinión y partidarios de la no publicación del libro.

No tenía pensado leer el mencionado libro, me parace que es explotar el morbo. También creo que es hurgar en la herida y ahondar la tristeza de la madre de los niños, creo que con el recuerdo de sus hijos y su muerte ya tiene sobrados motivos para la tristeza.Tampoco creo que la publicación o no del libro la abrave o la mitigue. Cuando se ha autorizado la publicación de este libro se ha debido de asumir que ningún derecho ha sido vulnerado, pero que si podía ser afectado el de la libertad de expresión. Los límites de la libertad de expresión están marcados en la Constitución y aumentados por algunas leyes subjetivas como pueden la Ley de Memoria Democrática o las que previenen los delitos de odio. Por supuesto que la libertad de expresión pierde el respeto por las personas, oigan las declaraciones de ciertos ministros para corroborarlo, oigan las pitadas para confirmarlo.

Existe la tendencia a prohibir lo que no nos gusta y a censurar lo que no queremos ver, oír o experimentar. No hay una explicación lógica para ello aunque si muchas justificaciones. Ya ha habido casos en la universidad de impedir la entrada al conferenciante porque no gusta lo que piensa. Casi me atrevería a decir que hay más interés en no aprender que en entender o dejar que se expliquen otros puntos de vista diferentes. Desgraciadamente pocas veces se exigen responsabilidades al ejercicio de la libre expresión y poco valoramos ejercer bien los derechos. Siempre podremos negarnos a comprar y leer un libro o ver una serie, el fracaso comercial hace más daño que la prohibición o la censura. Pero si una serie que narra el asesinato de un niño tiene audiencia o un libro que relata la crueldad de un hombre capaz de matar a sus dos hijos resulta ser un best-seller no podemos culpar al escritor, la productora o la editorial, sino a nosotros mismos y a nuestro morbo.

De la misma forma que tenemos la opción de leer o no un diario, o de ver o no una película, podemos asistir o no a una conferencia que dé una determinada persona, nada más ridículo y doloroso que clamar ante una sala vacía. Todos sabemos que hace más daño el vacío que el alboroto. Puedo alegrarme, aunque me cause remordimiento, de que la película de Blancanieves haya resultado un fracaso pero creo que prohibirla porque estime que manda un mensaje equivocado sería absurdo. Me sorprendió que cuando estuve en Alemania el libro de Adolf Hitler, “Mi lucha”, estuviese prohibido. Sinceramente me parecía que era aplicar los métodos de Hitler para no leer a Hitler. Siempre hay literatura que rebate a otra literatura, y así debe ser. Matar al mensajero no impedirá que, tarde o temprano, llegue el mensaje. 

2 comentarios:

Susana Moreno dijo...

En el caso de ese libro no me parece bien enriquecerse con el morbo. Un beso

LUFERURA dijo...

A mi tampoco, pero que el libro pueda ser un super ventas es síntoma de la enfermedad de nuestra sociedad.
Un saludo