Nada de qué avergonzarse.
La vergüenza es un sentimiento que provoca el remordimiento por lo que se ha hecho. A la certeza de que no hemos hecho algo bueno se le une la seguridad de que nadie aprobaría nuestra acción. La vergüenza cohíbe y muchos se callan, no porque sea sensato, si no por el miedo a la desaprobación o a quedar marcados. La mayoría social impone una censura basada en la vergüenza, en el famosísimo “miedo al que dirán” en versión digital. Cuando uno se sale de lo políticamente correcto queda marcado. Dentro de las corrientes de opinión oficiales hay sitio para discrepancias oficiales que se rebaten oficialmente. Todo está enmarcado.
José Manuel Azcona en la tercera de ABC.es define muy bien lo anteriormente expuesto en un artículo que titula “Recto discurso y dictadura ideológica”. Y algo parecido expone Francisco Marhuenda en Larazón.es en un artículo que titula “los cordones sanitarios de la izquierda” en el que opina que es más conveniente, y efectivo, coaligarse "en contra de" que "aliarse a favor de" estableciendo un discurso, en el caso de la izquierda, contra la extrema derecha.
Jugamos con el lenguaje cuando calificamos a alguien de extrema, ya sea derecha o izquierda, confesamos lo lejano que le consideramos de nuestra posición y también nuestra escasa disposición a dialogar con él, y menos a llegar a algún tipo de acuerdo. Soy de la opinión de que la generalización lleva la semilla de la desinformación, del estigma y del perjuicio. Hasta en los políticos habrá excepciones.
Pero hay que admitir que la dictadura de lo políticamente correcto está inyectando un comportamiento social que tiende a lo uniforme, todos tenemos que pensar de la misma manera y todos tenemos que comportarnos de acuerdo con una consigna. Se trata de que cada persona sea parte de la generalización. Y es que una cosa es tolerar y otra soportar. Me considero tolerante y creo que si un homosexual se comporta como quiera no tengo que ponerle inconvenientes, lo cual no impide que no soporte que se comporte como un putón verbenero en masculino y que le diga que en mi casa no es bien recibido. No tengo que sentirme avergonzado por ello y, ni mucho menos, porqué pedir perdón. Soy partidario de que haya una ley del aborto, pero me parece una barbaridad, tan bárbaro como un asesinato, abortar. No tengo por qué pedir perdón por ello, no me avergüenza por lo que me puedan tachar. Considero beneficioso alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030, pero no me gusta el cómo alcanzarlos, ni los sacrificios que imponen, y rechazo que los partidarios de la Agenda 2030 se hayan erigido en una secta que la utilicen como catecismo. No me tiene que dar vergüenza, ni tengo que pedir perdón por no ser un fiel seguidor de la sostenibilidad que predica.
En fin, mis tribulaciones son mías, y si tengo que sentir vergüenza por ellas sería por compartirlas... cada uno es como es. Y que cada uno hable por sí mismo.
1 comentario:
Estoy de acuerdo contigo y nunca lo he negado. La libertad de expresión es eso. Un beso
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