La pedrada espacial.
Es posible que a un lector le apetezca comentar un artículo de rabiosa actualidad, pero hoy la rabiosa actualidad son, y perdonen la redundancia, actualizaciones y juicios de lo que ha pasado este fin de semana. Y hay cosas en las que podría extenderse uno,como esa especie de aquelarre-celebración de los premios Goya, un especie de fiesta en que unos amiguetes se reparten unos premios, los artistas se meten en política y una gente que va vestida de marca cara se pone a hacer reivindicaciones sociales. Pero la noticia que me ha llamado la atención es la entrevista que publicaba ayer ElDebate.com que realiza Rubén Prieto a “El astrofísico Josep María Trigo advierte de los posibles riesgos del asteroide 2024YR4”. Les pongo brevemente en antecedentes si no saben la historia, resulta que el 2024YR4 es un pedrusco espacial que tiene una probabilidad superior al 1% de impactar contra la Tierra en el año 2032, su tamaño es de una longitud que ronda entre los cuarenta y noventa metros. Cuando el tamaño de un cuerpo espacial supera los diez metros hay que hacerle caso. Dado que la probabilidad calculada por la Agencia Espacial Europea (ESA) es del 2,2% según el artículo, la ONU ha puesto en marcha un “protocolo de seguridad planetaria”. Y creo que esto es la enjundia del artículo.
No he podido evitar recordar que Abraracurcix, el jefe de la irreductible aldea gala de Asterix, sólo tiene miedo a que el cielo caiga sobre su cabeza. Pero la caída del asteroide, de impactar, sólo será un cataclismo no el fin del mundo. Es relativo, para el que le caiga la pedrada será el fin del mundo, pero en otros lados ni se enterarán. Si tenemos en cuenta que tres cuartas partes de la Tierra son océanos, ya sería mala suerte que golpease una zona superpoblada. En fin que puede que las probabilidades de que el cielo caiga sobre mi cabeza son las misma de que me toque la primitiva. Pero la realidad nos dice que hay menos ganadores de la primitiva que víctimas de un desastre, en fin, no está de más atender al protocolo de seguridad planetaria.
Pero no puedo menos que pensar que a la “emergencia climática” se le une una incertidumbre planetaria, como si no hubiese ya suficientes problemas. No queda muy claro en qué consisten los protocolos. Como cuenta el entrevistado es lo más elemental, primero seguir vigilando al astro, segundo intentar desviar su trayectoria y tercero evacuar el área del impacto. Hay quien ya se ha aventurado a informar en qué lugar de la Tierra puede producirse el impacto, aunque en realidad viene a decir que en el hemisferio que le esté dando la cara al pedrusco. No tenemos claro si impactaría, como para adivinar dónde impactaría. El desvío de la trayectoria no ha pasado de lo experimental y suena a ciencia ficción, con un poco de suerte (la que necesitamos para la lotería) desviamos el cuerpo celestial lo suficiente. En cuanto a la evacuación, pues estando las cosas como están con las pateras, los palestinos y las guerras imagínense los problemas políticos, legales y burocráticos que se van a originar, para que salga bien va a ser necesaria m,as que suerte.
Puede que los astros se alineen (nunca mejor dicho) y borren de la faz de la Tierra un problema. Si cae en Taiwan, se acabó el miedo a la invasión china. Si en Gibraltar se acabó el contencioso. Y si en las Malvinas se acabaron las disputas. Y probablemente Trump no tendrá nada que comprar o invadir si impacta en Groenlandia. No dudo que China acogería de buen grado a los Taiwaneses, los españoles a los gibraltareños y los argentinos a los originales de las Malvinas. Pero ya ven que la probabilidad es muy baja.
No deja de corroerme el peor de los desastres si impacta y la Tierra recibe la pedrada espacial. No podremos culpar al cambio climático. Y más de una década de política verde se irá por el desagüe. Pude soportar que ese amago de fin del mundo que supuso el confinamiento por el COVID-19 me pillase sin papel higiénico. Pero considero insoportable que llegue 2032 sin coche eléctrico. Y, lo que es peor, que el impacto, de producirse, no va a ser nada sostenible. No se le va a convencer al meteorito con la excusa de que no somos nucleares, y será indiferente por mucho que le roguemos que no nos tape el sol que nos da energía. Desgraciadamente también sirve de excusa para prorrogar dos años la Agenda 2030 y transformarla en Agenda 2032 añadiendo un nuevo objetivo de desarrollo sostenible inspirado en la “recepción de un cuerpo celeste con igualdad y justicia social”. No dudo de que los políticos ya están buscando expertos científicos que relacionen la caída del asteroide con el cambio climático, con la actitud negativa a la inmigración y con todo lo que signifique discrepancia de sus postulados. Lo dirán los expertos que saben estadísticas: “la probabilidad de impacto aumenta de acuerdo con el auge de la extrema derecha”. Pocos resistirán la oportunidad de obtener un rédito político de esta posibilidad de desastre.
Y mientras... el ciudadano normal intenta a llegar a fin de mes, el equivalente de lidiar con su desastre particular, su fin del mundo personal. Piensa, con un poco de pesar, que para 2032 posiblemente siga buscando casa y piensa que con lo negro de su futuro, es difícil que una pedrada espacial lo ponga más oscuro. Así que llega a la conclusión de que el asteroide es un accesorio inútil.
2 comentarios:
Yo creo que sin duda es culpa de la extrema derecha. Un beso
Seguramente de Ayuso.
Un saludo
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