08 diciembre 2006

SOBRE EL CALENTAMIENTO GLOBAL Y EL EQUILIBRIO

El género humano lleva muchos años, yo diría siglos, sin aprender a ver los grandes problemas, prever los grandes desastres o, simplemente establecer las prioridades adecuadas. No hemos cambiado mucho desde que estábamos convencidos de que la Tierra era plana y estaba en el centro del universo. Ahora admitiendo que la Tierra es un modesto pedrusco en uno de los extremos de una galaxia espiral y que gira alrededor de una estrella de pequeña magnitud, pensamos que el hombre es dueño de su destino, que marca el futuro de la Humanidad y que es capaz de modificar el planeta.
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Lo que si es cierto es que la vida es el resultado de un equibrio, cuando se rompe tiende a ajustarse de forma traumática. La naturaleza lo va ajustando lentamente, a su ritmo, no al nuestro. Si el género humano tiende a aumentar este desequilibrio, la naturaleza lo restituirá de otra manera, como siempre lo hace, con la extinción.
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De forma que el calentamiento global, todavía se discute si es un fenómeno natural o influenciado por los hombres, hay que analizarlo de una manera global. En realidad, lo reducimos a un problema de emisiones de gases de efecto invernadero, probablemente sea insuficiente. El efecto positivo de la actual situación es que por primera vez nos planteamos que nuestro progreso no debe afectar al medio ambiente. Pero nuestra opción no es sólo reducir emisiones, sino restablecer el equilibrio, por eso hay otras materias pendientes, entre ellas recuperar los bosques y los mares.
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La recuperación de los bosques es vital para reducir las emisiones, dado que absorben CO2 y producen Oxígeno, por tanto el reto no es sólo frenar la deforestación sino crear nuevas masas forestales. No es cuestión de restar terrenos necesarios para la agricultura, ya que hay una población que alimentar. Pero las ciudades, centros de contaminación, ofrecen grandes espacios para crear bosques artificiales: parques, azoteas, centros comerciales que en sus aparcamientos al aire libre podrían plantar hileras de árboles como medianas, en fin aprovechar todo resquicio que la ciudad y, la tierra, ofrezca para plantar.
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La recuperación de los mares resulta también vital. Ese concepto del mar como un inmenso vertedero hay que romperlo, no resulta una despensa que no se vacía. Las especies que están en peligro, (ballenas, atunes rojos...) imponen, no una moratoria, una limitación en cuanto a las capturas y un desarrollo en lo referente a una industria cuyos métodos de captura han avanzado poco en concepto desde el Neolítico. En la medida de lo posible se debe de avanzar en lo que se refiere a las piscifactorías, es cierto que muchas especies no podrán ser criadas en estas granjas marinas, un sacrificio con el que se puede vivir y un cambio de mentalidad en lo que incumbe a nuestros hábitos alimenticios.
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Pero otro de los aspectos que tenemos que cambiar drásticamente son nuestros hábitos de consumo, el despilfarro que hacemos de forma casi continua. La comida que se tira, las luces que permanecen encendidas, las plantas que quitamos porque molestán o no gustan y no las sustituimos. El hecho de gastar más de lo que podemos consumir no sólo provoca más gasto, sino más desigualdad social, en este sentido evitar el despilfarro no sólo es restablecer el equilibrio ecológico, no sólo es civismo, es justicia.

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