18 diciembre 2006

AIRMADRID

Resulta que el gobierno ha tomado cartas en el funcionamiento de una compañía aérea. Resulta que los aviones no reunían las condiciones suficientes para volar con seguridad. También resulta que la compañía no tenía muy claro el concepto de puntualidad. Tampoco pareció tomarse en serio lo crítico de su situación cuando los estamentos oficiales empezaron a poner condiciones.
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Ahora, con la caída de ésta compañía hay una cifra indeterminada de miles de pasajeros que se han quedado sin vacaciones, o lo que es peor, estan pasando un periodo estival en aeropuertos que se han convertido en hoteles. En muchos casos las imágenes se parecen más a campos de refugiados que a pasajeros en un aeropuerto.
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Desde mi punto de vista el Gobierno en general y el Ministerio de Fomento en particular, se han encontrado este año con tres embolados aéreos, el primero causado por la huelga de los pilotos de Iberia, el segundo por los hechos acaecidos en el Prat y por último la retirada del certificado de Operador Aéreo a AirMadrid. Con la huelga de los pilotos el Gobierno no pudo, ni tuvo ocasión, tomar otras cartas en el asunto que no fuesen las del elemento mediador que favoreció el entendimiento entre la compañía y los pilotos. En el segudo caso cuando tuvo el deber de actuar, pero el gobierno optó no por no intervenir y permitir que una pista fuese invadida, con la falta que supone para la seguridad en vuelo y en tierra. En el caso de AirMadrid es una de esas decisiones que, como en el caso del Prestige, siempre va a ser polémica, todas las armas están cargadas y sólo hay que ajustar el punto de mira: que porqué espero tanto o porqué ha esperado tan poco, que si no hay razón para dejar a Air Madrid sin volar o porqué la ha dejado volar. Quiero decir que es el típico caso que, hagas lo que hagas, siempre va a estar mal. Pero lo importante es tomar una decisión.
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La triste opción que le queda a muchos es buscar un culpable, y después de la compañía no puede haber otro que el gobierno, en este caso creo que se ha portado francamente bien haciéndose cargo de la recolocación y retorno de los viajeros que han quedado abandonados. No olvidemos que AirMadrid es otro causante, en mi opinión el gran culpable, que ha estado jugando al ratón y al gato con los estamentos oficiales y despreciando a sus clientes. Una compañía que acumulaba retrasos, suspendía vuelos y no tenía ninguna seriedad hacia sus clientes no debe estar en mercado.
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Pero hay un tercer culpable: los propios clientes, la falta de seriedad de AirMadrid era de sobra conocida, estaba por encima de la categoría del secreto a voces, y todo aquel que quisiera asegurarse la puntualidad y el viaje rechazaba volar con esta compañía. No es una excusa alegar la ignorancia de la situación de la compañía, ya eran conocidos sus retrasos y su falta de seriedad. Sitiéndolo mucho por los afectados, creo que han apostado y han perdido, apostaron por un vuelo seguro y puntual, está claro que perdieron.
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Hoy hay que reconocer que volar no ha perdido su caracter aventurero, pero si lo ha cambiado. Hasta bien entrado el siglo XX era una actividad de intrépidos chalados que intentaban volar más lejos, más alto y más rápido. Ahora tiene un caracter del Phileas Fogg de "La Vuelta al Mundo en ochenta días", más pendiente del reloj y si del enlace será posible y más desprevino si algo no esta de acuerdo con lo planeado. En el caso de Air Madrid, una compañía aérea ha ofertado mucho más de lo que realmente podía hacer, se ha comprometido a más de lo que podía hacer y no ha conseguido capear el temporal.
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Nadie regala duros a cuatro pesetas, y en este caso ha quedado constatado, esa peseta que nos ahorramos la perdemos esperando cuando no perdemos las cinco por habernos quedado sin un servicio que hemos pagado. Reflotar AirMadrid será una tarea ardua y difícil en el mejor de los casos, en este caso la calidad ha perdido. Lo siento por las compañías serias y por los pasajeros que no les gusta apostar.
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