04 diciembre 2006

LAICISMO

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Hoy he tenido que disponer de más de un enlace, coloco como principal el que me hizo decidirme, pero también hago comentarios que se basan en los otros. Siento este perjuicio y vamos directamente al turrón. En el artículo de enlace principal don Eduardo Mendoza hace referencia al vestuario del Papa, y en su opinión esta es la explicación de que el Papa haga y diga cosas malas (ya que no comparten la misma opinión). El segundo enlace hace referencia a la instrucción pastoral del episcopado y señala que éste no asume, o le cuesta asumir, la Constitución. El tercer artículo toca el mismo tema haciendo referencia a la prohibición del velo para reafirmar el laicismo del que nuestra sociedad hace gala.
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La Iglesia es lo que es y no lo que queremos, nos gusta o no; pero nosotros, laicos que hacemos honor de nuestra tolerancia, no podemos disimular nuestros perjuicios ante sus declaraciones. Empiezo a pensar que no fue la Iglesia la que ha maniatado a pensadores y obligado a callar opiniones a lo largo de la historia, creo que fue la sociedad que obligaba a seguir sus convicciones, usos y creencias. Ahora la moda es usar condón. La Iglesia según muchos de nuestros más avezados y laicos pensadores no favorece la higiene cuando no está a favor del uso de preservativos. Olvidamos que la Iglesia también predica contra la promiscuidad y sólo autoriza el sexo cuando no hay más objeto que la descendencia. Podemos estar de acuerdo o no con estas condiciones, pero hay que hacer una lectura global. Reconozco que la Iglesia en muchas ocasiones intenta que nuestro paso por la vida sea una visita a un valle de lágrimas, está la opción mucho más sencilla de abandonar el seno de la Iglesia, pero optamos por corregirla. E intentando corregirla, o criticarla, llegamos a los absurdos de criticar el vestuario (parece que no hay mucho más que criticar) o afear una opinión política, señalando la obviedad de que no vincula. El paso del Papa por Turquía ha sido, en mi opinión, una lección de buen hacer. Desde el principio hasta el final, el Sumo Potífice cuando no ha hablado en nombre de la Iglesia se ha cuidado mucho de remarcar que era su opnión y postura personal.
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La otra disparidad subyace en el segundo artículo, parece ser que la libertad de expresión la entendemos como obligación de convencer. La opinión de la Iglesia, como la de cualquier institución, no busca convencer sino participar, sólo comunicar y ser guía para los miembros de ésta institución: los católicos. No obliga, insisto, sólo comunica. Tampoco establece que el que no siga estos requisitos estará en pecado, sólo manifiesta una opinión (recordemos que también el señor Llamazares ha llamado a la desobediencia civil). Parece ser que ahora puede resultar ofensivo que la Iglesia sea independiente, pero eso es algo que hemos ganado los católicos y no católicos.
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Por último llegamos a la actual moda laicista, formada por esta corriente a la vez atea y respetuosa con cualquier religión o creencia que no sea la cristiana en general y católica en particular. Que parece confundir un gobierno aconfesional con un gobierno laico. Es una corriente que parece defender que para ser ateo hay que ser anticristiano. No soy partidario de retirar el velo o el crucifijo, tampoco soy partidario de que la gente vista con un mismo estilo y pasee por la calle con ropas consideradas exclusivamente "normales", también se puede ir con túnica o sotana. No soy partidario, porque ya lo he vivido, de una sociedad que para mantener las formas adopta la uniformidad, en nuestro caso para mantener un falso laicismo.
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En conclusión, el Papa, la Iglesia, los curas, los católicos y los cristianos tienen que mantenerse dentro de un orden, ojo con la ropa que usan y ojo con tomarse en serio la libertad de expresión. Y sobre todo mucho cuidado con manifestar su inclinación religiosa en esta nuestra democracia aconfesional, perdón laica.

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