- Has visto -dijo Echenique al diablo - esa furgoneta te pertenece. ¡Llévatela!. Además el aire estará más limpio porque es muy vieja y contamina mucho.
- El tendero necesita esa furgoneta - respondió el diablo - En ella traslada lo que vende, que es limpio y ecológico, si no dispone de una más moderna es porque no puede pagarla, tampoco es tanto perjuicio para el aire, dado que el tendero intenta ser lo más respetuoso con el medio ambiente, aunque hay que reconocer sus limitaciones. Si me llevase la furgoneta le daría un disgusto y montaría un escándalo que nos comprometería. Realmente no sabía lo que decía. ¡Sigamos paseando!
Y siguieron caminando y encontraron a una madre que forcejeaba con su hijo, tirando la una del otro, ella iba en una dirección mientras el niño pugnaba por ir en dirección contraria. Finalmente la madre dio al crío un empellón fuerte y decidido a la vez que decía:
- ¡Nos vamos a casa! ¡Y que el diablo te lleve!
- ¡Ahora eres padre! - bromeó Echenique - esa madre tan severa con su hijo os lo ha regalado.
- No te precipites Pablo - le respondió el diablo - Ha sido una maldición motivada por el cansancio, ha estado toda la noche cuidando de su hijo, que está enfermo. Lo traía de una consulta con el médico y el niño quería pasteles, que no puede comer porque acaban de diagnosticarle diabetes. Prueba tomar el niño a una madre que le quiere y sabrás a lo que te arriesgas. Realmente no sabía lo que decía. ¡Sigamos paseando!
Y poco después se encontraron con un viejo kiosquero que contemplaba apesadumbrado su negocio destrozado, su ropa era vieja y limpia y se notaba que antes se había ajustado a un cuerpo más grande. Se esforzaba en colocar algunas revistas, almacenar algunas chucherías y ordenar algunos recuerdos. Lo poco que quedaba de los destrozado. Cuando vio al diablo y a Echenique, se encaró con el hombrecillo diciéndole:
- Tú, que no has vivido el fascismo, te permites llamar fascista al que te conviene y antifascista a los que han provocado esto. Tú, que no sabes que es trabajar, te permites llamar capitalista al que gana su dinero trabajando. Tú, que clamas por los derechos, te permites espolear a tus acólitos para que otros no los disfruten. Eres un miserable. ¡Ojalá que el diablo te lleve!
- Pues este señor sabía y sentía lo que decía. - Dijo el diablo.
Y cogiendo a Echenique por el cuello dio una patada en el suelo y se lo llevó al infierno.