31 mayo 2020

PAISAJE DE UNA BATALLA


CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS (I).



Desde que se anunció el estado de alarma se comparó la situación originada por las medidas para prevenir el contagio del COVID-19 con una lucha contra el virus, una guerra. Pero, seamos sinceros, el estado es de alarma y no de guerra, y la única lucha que se puede hacer contra el virus es la prevención, consistente en medidas pasivas, mientras no haya fármacos o vacunas la única opción es aguantar y esperar no contagiarse… minimizar los daños.

Se comentó que estamos en guerra contra el virus como se puede declarar la guerra a la droga, la trata de blancas o a la estupidez. De la misma forma que se evitó decir que había una guerra en Afganistán, no se ha tenido ningún reparo en anunciar una guerra contra el virus. Cosas de políticos que son los que definen los términos.

Pero entonces, ¿qué es lo que estamos viviendo? Hay quien le llama catástrofe, pero una catástrofe implica un fenómeno destructivo, como un terremoto o un derrumbamiento, es más calificativo que situación, también podría servir, pero no es una catástrofe. Por supuesto, se utiliza la palabra crisis, pero cuando hablamos de crisis nos referimos al colapso de un sistema, ya sea sanitario o económico, indudablemente esta situación implica una crisis que será paralela, pero que puede ser más larga o más corta de lo que dure la enfermedad. La palabra es pandemia, estamos inmersos en ella, su naturaleza es extenderse, ocupar nuestros cuerpos y perjudicar nuestra salud.

Pero, como en muchas situaciones, necesitamos referencias y, aunque podría haber otras, se ha tomado la de la guerra. Hay muchos opinadores que nos recuerdan que esto no es una guerra. Incluso dicen que el hecho de recurrir al léxico bélico es machismo. Pero ninguno se ha molestado en apuntar una referencia diferente. En medio de una situación tan grave que ha obligado a declarar el estado de alarma, plantearse si es una guerra o no es como discutir que los perros que nos van a dar caza son galgos o podencos.
Pero dado que se ha utilizado el término guerra y se ha intentado acudir al léxico bélico, podemos y debemos recurrir a las referencias militares, que no tiene otro sentido que hacernos una idea de la magnitud de cómo nos ha afectado y está afectando esta pandemia.

Así que, recurriendo al lenguaje militar, la primera medida adoptada para combatir el virus ha sido acuartelar a la población, también podría emplearse la palabra arrestar, sólo los que tienen un servicio que hacer pueden salir de su casa. En realidad, el confinamiento equivale a una vida cuartelera, de movimientos restringidos y con unos horarios de salida limitados por las aperturas de los comercios y las necesidades de las mascotas.

Igual que en la guerra, las familias se han visto repentinamente  amputadas, privadas de la presencia de un ser querido sin la oportunidad de darle un último adiós.

Igual que en la guerra, se ha exigido un esfuerzo general a toda la población e instituciones.

Resulta importante comparar situaciones, desde un punto de vista bélico, asumiendo que estamos en pie de guerra, aunque no sea un conflicto armado. Y esta guerra se acabará con el fin del virus, no del confinamiento/acuartelamiento, al finalizar éste podremos dar por terminada la primera batalla, pero no la guerra. No se cerrará la lista de fallecidos cuande deje de haber ruedas de prensa del Comité Técnico. Debemos ser conscientes que estamos asistiendo al desarrollo de una batalla, un enfrentamiento si lo prefieren, pero la “guerra” será más larga.

¿y cómo podríamos considerar esta batalla y su resultado final? Recurramos al pasado. En la batalla naval de Santiago de Cuba entre la marina estadounidense y la armada española la derrota se saldó con aproximadamente 500 muertos españoles, según datos de Wikipedia, y fue un desastre.  La Guerra Hispanoamericana arrojó unas pérdidas de más de 60.000 fallecidos (datos de Wikipedia), menos de 11.000 en combate, el resto en el proceso de repatriación víctimas de enfermedades (ése fue el verdadero desastre). Cuando se escribe esto el COVID-19 se ha cobrado más de 27.000 vidas en España. Recurriendo a batallas, no a guerras, hace casi cien años, en 1921, el ejército sufrió un descalabro en Annual que costó 14.000 vidas (también según Wikipedia), también se le llamó desastre. O sea que el resultado de esta batalla habrá que considerarlo, de momento, entre el Desastre de Annual o el Desastre del 98, en ambos casos desastres.

Quizás haya sido demasiado rígido al comparar lo que estamos viviendo con estas batallas, probablemente deberíamos compararlo con un episodio más semejante a los bombardeos soportados por los ciudadanos ingleses o alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, personas encerradas en sus casas esperando que las bombas cayesen en otras viviendas, salidas restringidas para permitir el paso de ambulancias, bomberos, policías y militares. Este escenario es más parecido si tenemos que encontrar una referencia, y recordar que el bombardeo de Dresde se saldó con la muerte de 25.000 personas (de nuevo datos de Wikipedia).

Creo que esto da una idea de la dimensión de la batalla que estamos librando y que ésta consiste en resistir. No tenemos, de momento, la oportunidad de devolver los golpes. Sólo podemos aguardar en casa y respetar las restricciones hasta que amaine el bombardeo, o la tempestad.

Pero los niños, y el mimo que reciben, demuestran que esto no es una guerra, confirmando que tampoco llega a ser una batalla, en este caso los padres nunca se plantearían que pudiesen salir de casa.

Pero, como en todas las batallas, queda un panorama que permite sentir cómo ha afectado la lucha, qué huellas van quedando, de qué manera nos ha afectado. La batalla nos va dejando una España ralentizada que ha modificado sus convenciones, ahora el transporte individual prima sobre el colectivo. España intenta ir enguantada y embozada tras una mascarilla, intenta ser lo más aséptica posible y los españoles mantienen las distancias, se hablan menos y más alto, y esperan más distanciados, quizás más estoicamente. Y este panorama, más suave o estricto,  durará hasta que haya una vacuna o fármacos eficaces, ese será nuestro contrataque, la batalla de la revancha.

Otra imagen que nos queda es la visión de la Plaza de Cibeles, las banderas de España que rodean la fuente, como las del ayuntamiento, están a media asta – siguiendo las instrucciones de la Comunidad Autónoma -  las banderas del Banco de España y del Cuartel General del Ejército en el Palacio de Buenavista están completamente izadas (según la normativa estatal). Se antoja como una evidencia de que en la España oficial no son capaces de ponerse de acuerdo ni para expresar el dolor.


Como en una guerra, los temas que ocupaban los titulares, máxima preocupación del gobierno, han pasado a un plano secundario, la violencia de género es un recordatorio que no ocupa mucho espacio en las noticias, el feminismo casi queda ridículo, el coronavirus ha dejado patente la igualdad en la vulnerabilidad y también algunos privilegios en la sociedad, y el cambio climático es casi un recordatorio.

También, como en una guerra, sale lo mejor y lo peor de nosotros, los actos desinteresados motivados por el hecho de querer aportar algo y colaborar en el enorme esfuerzo que estamos haciendo. También sale lo peor, siempre hay quien intenta beneficiarse de la situación y el que piensa en términos de yo y no nosotros. Y muchas veces sale lo más absurdo…

Indudablemente, en medio de una batalla, no podemos dejar de preguntarnos muchas cosas: ¿cómo hemos llegado aquí? ¿No iba a ser el paso del COVID-19 algo testimonial? ¿cómo es posible que en Irán haya menos muertos que en España? ¿no teníamos el mejor sistema de salud del mundo? ¿No estaba tan bien preparado? Se necesitan muchas respuestas, son necesarias para la próxima batalla.

Como en toda batalla, también hay órdenes y contraórdenes, la mascarilla no era algo necesario hasta el día 4 de abril en que se informó que iba a ser obligatorio portarla… cuando hubiese, hasta ese momento es recomendable. Un vaivén que deja constancia del desconocimiento sobre el virus y de los procesos de decisión ¿es un palo de ciego más o, por el contrario, tiene su lógica? Por supuesto si tiene su lógica ¿por qué no la hubo antes? Si en Oriente se empeñaban en llevar mascarillas y en España se explicaba que no eran necesarias ¿Qué ha pasado? ¿Es que es una manera de evitar decir que no había suficientes mascarillas? Parece que, un mes más tarde, sigue sin haberlas.

Como en el desarrollo de todas las batallas, ahora somos - o deberíamos ser - conscientes de nuestras debilidades y carencias. Ahora conocemos las consecuencias de una externalización que sólo ha atendido a criterios de beneficio económico, quizás olvidando los beneficios sociales. Ello se ha traducido en una carencia de Equipos de Protección Individual (EPIs), respiradores y mascarillas. En definitiva, hay muchas preguntas que responder y muchos problemas a los que hay que dar solución.

Pero dentro de este panorama no todo es desolación, a lo largo de este acuartelamiento a las ocho de la tarde los vecinos se han manifestado multitudinariamente reconociendo el esfuerzo de otros españoles. Un apoyo incondicional a aquellos que han hecho lo que debían hacer, lo que se esperaba de ellos, de forma incansable han seguido una rutina, en ocasiones agotadora y han satisfecho las necesidades de aquellos que han tenido que quedarse en casa y de los que han sido alcanzados por la enfermedad.

Siento tener que recurrir a las frases de dos personajes británicos para describir el comportamiento de la sociedad española, pero no encuentro frases parecidas formuladas por españoles en nuestra historia.

Refiriéndome a todos los españoles y parafraseando a Nelson antes de la batalla de Trafalgar: “España espera que cada uno cumpla con su deber”… y así lo ha hecho.

Refiriéndome a sanitarios, policías, guardias civiles, militares y personal de los supermercados y todos los trabajadores esenciales, acudiré a las palabras exactas de Churchill cuando terminó la batalla de Inglaterra: “Nunca tantos tuvieron tanto que agradecer a tan pocos”.
Algunos artículos relacionados con este tema:
“Esto no es una Guerra”. 3 de abril de 2020, Elpais.com. Nuria Labari. Un alegato feminista, según la autora el vocabulario bélico es debido a una gestión machista de la crisis. Hay una clara tendencia ideológica.
“El virus y el lenguaje militar”. 3 de abril de 2020. Elpais.com. Ramón Lobo. Alegato en defensa del Tercer Mundo, que en él la población si vive guerras y otras calamidades y en el que los fallecidos se cuentan por millones.
“La muerte de María Pascual: 20 días de hospital, 20 minutos de entierro”. 8 de abril de 2020. Elpais.com. Jesús García. Un artículo en el que se habla de imposiciones y en el que nos podeos plantear, una vez más, el enfrentamiento entre los derechos individuales y los deberes sociales.
“Liderazgos naturales”. 19 de abril de 2020. Elpais.com. Fernando Vallespín. Artículo de tinte feminista que acentúa la idea de que “los machos populistas y todos los que emprenden la lucha contra el virus como una confrontación bélica son los grandes fracasados”. Mezcla la falta de liderazgo con feminismo, es una interpretación sesgada e interesada. Muy simplista como solución.
“La experiencia española”. 20 de abril de 2020. Elpais.com. Javier Sampedro. Un resumen de lo que, según el autor, se ha hecho en España en relación al COVID-19. Un paradigma, según él, de cómo no se deben hacer las cosas.