CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS (I).
Desde que se anunció el estado de alarma se comparó la
situación originada por las medidas para prevenir el contagio del COVID-19 con
una lucha contra el virus, una guerra. Pero, seamos sinceros, el estado es de
alarma y no de guerra, y la única lucha que se puede hacer contra el virus es
la prevención, consistente en medidas pasivas, mientras no haya fármacos o
vacunas la única opción es aguantar y esperar no contagiarse… minimizar los
daños.
Se comentó que estamos en guerra contra el virus como se
puede declarar la guerra a la droga, la trata de blancas o a la estupidez. De
la misma forma que se evitó decir que había una guerra en Afganistán, no se ha
tenido ningún reparo en anunciar una guerra contra el virus. Cosas de políticos
que son los que definen los términos.
Pero entonces, ¿qué es lo que estamos viviendo? Hay quien le
llama catástrofe, pero una catástrofe implica un fenómeno destructivo, como un
terremoto o un derrumbamiento, es más calificativo que situación, también
podría servir, pero no es una catástrofe. Por supuesto, se utiliza la palabra
crisis, pero cuando hablamos de crisis nos referimos al colapso de un sistema,
ya sea sanitario o económico, indudablemente esta situación implica una crisis que
será paralela, pero que puede ser más larga o más corta de lo que dure la
enfermedad. La palabra es pandemia, estamos inmersos en ella, su naturaleza es
extenderse, ocupar nuestros cuerpos y perjudicar nuestra salud.
Pero, como en muchas situaciones, necesitamos referencias y,
aunque podría haber otras, se ha tomado la de la guerra. Hay muchos opinadores
que nos recuerdan que esto no es una guerra. Incluso dicen que el hecho de
recurrir al léxico bélico es machismo. Pero ninguno se ha molestado en apuntar
una referencia diferente. En medio de una situación tan grave que ha obligado a
declarar el estado de alarma, plantearse si es una guerra o no es como discutir
que los perros que nos van a dar caza son galgos o podencos.
Pero dado que se ha utilizado el término guerra y se ha
intentado acudir al léxico bélico, podemos y debemos recurrir a las referencias
militares, que no tiene otro sentido que hacernos una idea de la magnitud de
cómo nos ha afectado y está afectando esta pandemia.
Así que, recurriendo al lenguaje militar, la primera medida
adoptada para combatir el virus ha sido acuartelar a la población, también
podría emplearse la palabra arrestar, sólo los que tienen un servicio que hacer
pueden salir de su casa. En realidad, el confinamiento equivale a una vida
cuartelera, de movimientos restringidos y con unos horarios de salida limitados
por las aperturas de los comercios y las necesidades de las mascotas.
Igual que en la guerra, las familias se han visto
repentinamente amputadas, privadas de la
presencia de un ser querido sin la oportunidad de darle un último adiós.
Igual que en la guerra, se ha exigido un esfuerzo general a
toda la población e instituciones.
Resulta importante comparar situaciones, desde un punto de
vista bélico, asumiendo que estamos en pie de guerra, aunque no sea un
conflicto armado. Y esta guerra se acabará con el fin del virus, no del
confinamiento/acuartelamiento, al finalizar éste podremos dar por terminada la
primera batalla, pero no la guerra. No se cerrará la lista de fallecidos cuande
deje de haber ruedas de prensa del Comité Técnico. Debemos ser conscientes que
estamos asistiendo al desarrollo de una batalla, un enfrentamiento si lo
prefieren, pero la “guerra” será más larga.
¿y cómo podríamos considerar esta batalla y su resultado
final? Recurramos al pasado. En la batalla naval de Santiago de Cuba entre la
marina estadounidense y la armada española la derrota se saldó con
aproximadamente 500 muertos españoles, según datos de Wikipedia, y fue un
desastre. La Guerra Hispanoamericana
arrojó unas pérdidas de más de 60.000 fallecidos (datos de Wikipedia), menos de
11.000 en combate, el resto en el proceso de repatriación víctimas de
enfermedades (ése fue el verdadero desastre). Cuando se escribe esto el
COVID-19 se ha cobrado más de 27.000 vidas en España. Recurriendo a batallas,
no a guerras, hace casi cien años, en 1921, el ejército sufrió un descalabro en
Annual que costó 14.000 vidas (también según Wikipedia), también se le llamó
desastre. O sea que el resultado de esta batalla habrá que considerarlo, de
momento, entre el Desastre de Annual o el Desastre del 98, en ambos casos
desastres.
Quizás haya sido demasiado rígido al comparar lo que estamos
viviendo con estas batallas, probablemente deberíamos compararlo con un episodio
más semejante a los bombardeos soportados por los ciudadanos ingleses o
alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, personas encerradas en sus casas
esperando que las bombas cayesen en otras viviendas, salidas restringidas para
permitir el paso de ambulancias, bomberos, policías y militares. Este escenario
es más parecido si tenemos que encontrar una referencia, y recordar que el
bombardeo de Dresde se saldó con la muerte de 25.000 personas (de nuevo datos
de Wikipedia).
Creo que esto da una idea de la dimensión de la batalla que
estamos librando y que ésta consiste en resistir. No tenemos, de momento, la
oportunidad de devolver los golpes. Sólo podemos aguardar en casa y respetar
las restricciones hasta que amaine el bombardeo, o la tempestad.
Pero los niños, y el mimo que reciben, demuestran que esto
no es una guerra, confirmando que tampoco llega a ser una batalla, en este caso
los padres nunca se plantearían que pudiesen salir de casa.
Pero, como en todas las batallas, queda un panorama que
permite sentir cómo ha afectado la lucha, qué huellas van quedando, de qué
manera nos ha afectado. La batalla nos va dejando una España ralentizada que ha
modificado sus convenciones, ahora el transporte individual prima sobre el
colectivo. España intenta ir enguantada y embozada tras una mascarilla, intenta
ser lo más aséptica posible y los españoles mantienen las distancias, se hablan
menos y más alto, y esperan más distanciados, quizás más estoicamente. Y este
panorama, más suave o estricto, durará
hasta que haya una vacuna o fármacos eficaces, ese será nuestro contrataque, la
batalla de la revancha.
Otra imagen que nos queda es la visión de la Plaza de
Cibeles, las banderas de España que rodean la fuente, como las del
ayuntamiento, están a media asta – siguiendo las instrucciones de la Comunidad
Autónoma - las banderas del Banco de
España y del Cuartel General del Ejército en el Palacio de Buenavista están
completamente izadas (según la normativa estatal). Se antoja como una evidencia
de que en la España oficial no son capaces de ponerse de acuerdo ni para
expresar el dolor.
Como en una guerra, los temas que ocupaban los titulares,
máxima preocupación del gobierno, han pasado a un plano secundario, la
violencia de género es un recordatorio que no ocupa mucho espacio en las
noticias, el feminismo casi queda ridículo, el coronavirus ha dejado patente la
igualdad en la vulnerabilidad y también algunos privilegios en la sociedad, y
el cambio climático es casi un recordatorio.
También, como en una guerra, sale lo mejor y lo peor de
nosotros, los actos desinteresados motivados por el hecho de querer aportar
algo y colaborar en el enorme esfuerzo que estamos haciendo. También sale lo
peor, siempre hay quien intenta beneficiarse de la situación y el que piensa en
términos de yo y no nosotros. Y muchas veces sale lo más absurdo…
Indudablemente, en medio de una batalla, no podemos dejar de
preguntarnos muchas cosas: ¿cómo hemos llegado aquí? ¿No iba a ser el paso del
COVID-19 algo testimonial? ¿cómo es posible que en Irán haya menos muertos que
en España? ¿no teníamos el mejor sistema de salud del mundo? ¿No estaba tan
bien preparado? Se necesitan muchas respuestas, son necesarias para la próxima
batalla.
Como en toda batalla, también hay órdenes y contraórdenes,
la mascarilla no era algo necesario hasta el día 4 de abril en que se informó
que iba a ser obligatorio portarla… cuando hubiese, hasta ese momento es recomendable.
Un vaivén que deja constancia del desconocimiento sobre el virus y de los
procesos de decisión ¿es un palo de ciego más o, por el contrario, tiene su
lógica? Por supuesto si tiene su lógica ¿por qué no la hubo antes? Si en
Oriente se empeñaban en llevar mascarillas y en España se explicaba que no eran
necesarias ¿Qué ha pasado? ¿Es que es una manera de evitar decir que no había
suficientes mascarillas? Parece que, un mes más tarde, sigue sin haberlas.
Como en el desarrollo de todas las batallas, ahora somos - o
deberíamos ser - conscientes de nuestras debilidades y carencias. Ahora
conocemos las consecuencias de una externalización que sólo ha atendido a
criterios de beneficio económico, quizás olvidando los beneficios sociales. Ello
se ha traducido en una carencia de Equipos de Protección Individual (EPIs),
respiradores y mascarillas. En definitiva, hay muchas preguntas que responder y
muchos problemas a los que hay que dar solución.
Pero dentro de este panorama no todo es desolación, a lo
largo de este acuartelamiento a las ocho de la tarde los vecinos se han
manifestado multitudinariamente reconociendo el esfuerzo de otros españoles. Un
apoyo incondicional a aquellos que han hecho lo que debían hacer, lo que se
esperaba de ellos, de forma incansable han seguido una rutina, en ocasiones
agotadora y han satisfecho las necesidades de aquellos que han tenido que quedarse
en casa y de los que han sido alcanzados por la enfermedad.
Siento tener que recurrir a las frases de dos personajes
británicos para describir el comportamiento de la sociedad española, pero no
encuentro frases parecidas formuladas por españoles en nuestra historia.
Refiriéndome a todos los españoles y parafraseando a Nelson
antes de la batalla de Trafalgar: “España espera que cada uno cumpla con su
deber”… y así lo ha hecho.
Refiriéndome a sanitarios, policías, guardias civiles,
militares y personal de los supermercados y todos los trabajadores esenciales,
acudiré a las palabras exactas de Churchill cuando terminó la batalla de
Inglaterra: “Nunca tantos tuvieron tanto que agradecer a tan pocos”.
Algunos artículos relacionados con este tema:
“Esto
no es una Guerra”. 3 de abril de 2020, Elpais.com. Nuria Labari. Un alegato
feminista, según la autora el vocabulario bélico es debido a una gestión
machista de la crisis. Hay una clara tendencia ideológica.
“El
virus y el lenguaje militar”. 3 de abril de 2020. Elpais.com. Ramón Lobo.
Alegato en defensa del Tercer Mundo, que en él la población si vive guerras y
otras calamidades y en el que los fallecidos se cuentan por millones.
“Armas
del siglo XIX contra la pandemia del XXI”. 3 de abril de 2020. Elpais.com. Nuño
Domínguez. Artículo científico de carácter histórico.
“La
muerte de María Pascual: 20 días de hospital, 20 minutos de entierro”. 8 de
abril de 2020. Elpais.com. Jesús García. Un artículo en el que se habla de
imposiciones y en el que nos podeos plantear, una vez más, el enfrentamiento
entre los derechos individuales y los deberes sociales.
“Liderazgos
naturales”. 19 de abril de 2020. Elpais.com. Fernando Vallespín. Artículo
de tinte feminista que acentúa la idea de que “los machos populistas y todos
los que emprenden la lucha contra el virus como una confrontación bélica son
los grandes fracasados”. Mezcla la falta de liderazgo con feminismo, es una
interpretación sesgada e interesada. Muy simplista como solución.
“La
experiencia española”. 20 de abril de 2020. Elpais.com. Javier Sampedro. Un
resumen de lo que, según el autor, se ha hecho en España en relación al
COVID-19. Un paradigma, según él, de cómo no se deben hacer las cosas.