04 febrero 2022

LA "EQUIVOCACIÓN"

Hoy muchos medios se desayunan con la noticia que la reforma de la reforma laboral ha sido aprobada “in extremis” por un voto de diferencia.

¡Por los pelos! Podríamos decir. Pero si a ello añadimos que ese voto de diferencia se debe a una equivocación, pues el resultado ya raya en el esperpento.

Y no es que debamos preguntarnos lo correcto o incorrecto del resultado, ni debamos plantearnos si se debe o no permitir cambiar un voto, por muy equivocado que sea, ni siquiera deberíamos considerar si esta convalidación del real decreto es justa o no. La cuestión está en cómo es posible que un diputado, Alberto Casero, se equivoque al tener que apretar la opción de SI o NO.

Ya se ha equivocado en otras dos ocasiones, luego debería estar prevenido, el hecho de haberse confundido con anterioridad hace muy posible que esta última equivocación sea una “equivocación”.

Hay otras opciones: que el señor Casero sea un dejado y no haya hecho revisar su equipo para votar después de dos fallos informáticos; está la posibilidad de que confunda las letras y tenga algo de dislexia, en cuyo caso sería más seguro para España y cualquier institución que don Alberto Casero estuviese alejado de cualquier teclado y, desde luego, sin la responsabilidad de tener que pulsar un botón o más. Este cometido no haría de él un diputado despistado, sino un peligro. Puede que el señor Casero no sepa diferenciar derecha e izquierda, y que antes de este fallo es muy posible que no supiese con qué mano come, y en consecuencia no sepa cuál es el lado del SI y cual el del NO.

Pero al señor Casero hay que agradecerle que, cuando pensábamos haber descubierto la unidad básica de inteligencia en la política en la persona de Alberto Garzón, ha aparecido una nueva unidad básica de inteligencia en la política, Alberto Garzón sólo dice tonterías pero sabe qué botón apretar. Pobre Casado si con estos mimbres tiene que hacer un cesto. Pobre España si estos son sus diputados.

Pero particularmente me niego a considerar tan baja preparación en un diputado del Congreso y tan poca precaución en los que lo colocaron en la lista de candidatos por Valladolid. Por eso creo que su error hay que tacharlo como “equivocación”.

Pero lo paradójico de nuestro sistema es que una persona que se presente a diputado debe hacerlo amparado por las siglas de un partido, es decir que votamos a los partidos. Pero luego, en el Congreso, votan las personas en vez de los partidos; así pasa lo que pasa. Para minimizar esta situación los partidos han establecido la disciplina de voto, o votas lo que te mande el partido o habrá consecuencias; en este caso la mejor manera de evitar que las haya es “equivocarse”.

Y es que esta disciplina de voto del partido en vez del de las personas lo hace peligroso. Podríamos decir que la disciplina de partido corrompe la separación de poderes, es la única que puede hacer que un partido dicte sus propuestas en los ámbitos legislativo, ejecutivo y judicial mientras tenga miembros o simpatizantes en estos pilares. Es el resultado de subordinar las personas al partido, lo que significa que, de una forma u otra, al final todos seguimos en dictado de un partido político, o sea de una aristocracia que, recordemos, cuando degenera es oligarquía.