10 diciembre 2006

IGLESIA Y ESTADO

La verdad es que vivimos en un mundo convulso, en lo que se refiere a medio ambiente nos enfrentamos al calentamiento global. En lo que es política hay que hacer frente a los diferentes radicalismos que van surgiendo y que derivan en terrorismo, violencia, discriminación, etc. En el plano espiritual también se enfrentan la Iglesia y el Estado, muchas veces da la sensación de que unos nos dicen qué política seguir y los otros en que debemos o no creer. Por último en el plano cultural perdemos el norte en cuanto a la formación de nuestros hijos, y no me refiero a la educación para la ciudadanía, sino al fenómeno de profesores que temen a sus alumnos, desmotivación en unos para enseñar y en otros para aprender. Un panorama preocupante.
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La Iglesia, por supuesto, ha influido e influye en los aspectos social y cultural. Aunque nos resulte duro de admitir, el mundo occidental se ha asentado en cimientos puestos por el cristianismo. No debemos de olvidar que si los árabes transmitieron la sabiduría helenística, fue la Iglesia la que se preocupó de mantenerla y de dar una cultura común a Europa. Con todos los defectos o virtudes que una institución humana pueda tener, creo que la Iglesia ha sido más beneficio que perjuicio. Lo mismo podemos decir acerca de la enseñanza, cuando el estado no pudo dar ni las instalaciones ni las personas necesarias para enseñar, fue la iglesia la que lo hizo. De hecho en España, durante una larga época había dos opciones de enseñanza: colegio de curas (o monjas) o instituto. Todavía se mantienen estas opciones aunque ya hay más colegios privados. Esta relación entre Iglesia y Estado ha requerido un compromiso entre ambos. Ni los unos podían hacer un programa religioso de adoctrinamiento, pero los otros no podían evitar que los colegios católicos fuesen lo que son: católicos.
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Ahora éste entendimiento se está rompiendo. Hay falta en lo que se refiere a decisiones valientes pero drásticas. Gira en torno a las suvenciones, si se pretende dar una formación cristiana hay que renunciar a la suvención del estado, pero respetar el programa. No hay que dudar que los padres saben qué clase de formación deben esperar para sus hijos en un colegio religioso. Por otra parte si lo que se pretende es dar una formación laica, hay que retirar las suvenciones y crear más institutos para hacer frente a la avalancha de estudiantes prevista. En ambos casos falta una decisión drástica y se intentan imponer a la Iglesia o al Gobierno unos principios que, por buenos que puedan ser, no comparten. Como siempre son los estudiantes los que pierden, el nivel de formación baja continuamente y el de politización sube. Es decir en el futuro nos encontraremos con analfabetos radicales. Es difícil entender que una asignatura evaluable como la Educación Para la Ciudadanía (EPC) pretenda formar a buenos ciudadanos por el mero hecho de calificarles o evaluarles. Nos tendremos que ir preparando para declaraciones tales como "Pues no entiendo como es posible que estos niños acosasen a su compañero, todos habían obtenido buenas calificaciones en EPC". Por supuesto enseñar a los niños o jóvenes que el vandalismo es malo, que la discriminación es mala o que los malos tratos son malos, es loable, pero también es explicar lo evidente. No se trata de enseñar buenos modales, sino de formar y educar.
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También parece que, reducido a una forma simplista, sólo los políticos pueden hablar de política y sólo los periodistas de opinión. La Iglesia, como todas las personas e instituciones amparadas por la Constitución, tiene derecho de opinar. De la misma forma que los católicos tienen derecho de sentirse obligados o no. La réplica entra dentro del derecho de opinión, pero la desautorización o la negación de las opininiones son la manera más burda de faltar a este derecho. Supongamos que la opnión pública tiene suficiente madurez para atender a razones y no a descalificaciones. Que la Iglesia cree que la unidad de España de un bien moral, me parece muy bien. Pero no tengo que comulgar con ello. La Iglesia, como siempre, más sosegada que el gobierno ha hecho una declaración pastoral. Ni es dogma, sólo una declaración que ofende a los que están siempre descalificando.
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Por último, y como ya llevo diciendo muchas veces, perfiero un estado aconfesional a un estado laico. Puede que sea cuestión de términos pero en mi opinión el primero da la libertad de credo mientras que el segundo obliga a que no haya credo. En mi opinión es un signo más de la caída a siniestra que estamos asistiendo, imponer un izquierdismo radical, que roza el comunismo, pero veladamente, a golpe de encaje de bolillos, todo es posible: Una unidad descuartizada, una república con rey, un comunismo con libertades y una constitución profanada pero conmemorada. Definitivamente progresista.
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Para orientarnos más:
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