Cambios y permanencias.
Comienza Pedro Antonio de Alarcón su cuento”El clavo” de la siguiente manera:
Lo que más ardientemente desea todo el que pone el pie en el estribo de una diligencia para emprender un largo viaje es que los compañeros de departamento que le toquen en suerte sean de amena conversación y tengan sus mismos gustos, sus mismos vicios, pocas impertinencias, buena educación y una franqueza que no raye en familiaridad.
Porque, como ya han dicho y demostrado Larra, Koch, Soulié y otros escritores de costumbres, es asunto muy serio esa improvisada e íntima reunión de dos o más personas, que nunca se han visto ni quizá han de volver a verse sobre la tierra, y destinadas, sin embargo, por un capricho del azar, a codearse dos o tres días, a almorzar, comer y cenar juntos, a dormir una encima de otra, a manifestarse, en fin, recíprocamente, con ese abandono y confianza que no concedemos ni aun a nuestros mayores amigos, esto es, con los hábitos y flaquezas de casa y de familia.
En fin, cambien estribo por interior y diligencia por avión, tren o autobús y comprobará que ese deseo se mantiene, aunque los viajes resulten hoy más cortos y llevaderos que los realizados en diligencia. Han cambiado las formas, posiblemente no hay mayor contraste entre la proximidad física entre dos pasajeros de clase turista y la lejanía que ambos mantienen con su silencio alguna vez, no siempre, roto por un “perdón” cuando uno le da un codazo a otro al cambiar de postura. Ese perdón no tiene respuesta en la mayoría de las ocasiones.
Se ha perdido el arte de la conversación intrascendental. Ya hace muchos años cuando los vagones del metro tenían vagones con rótulos de “asiento reservado para caballeros mutilados”, sólo entablaban conversación entre desconocidos los que tenían cierta edad, los que entonces éramos jóvenes estábamos en silencio si no íbamos con otros amigos o familiares, posteriormente el pasajero solitario se refugiaba en un periódico o un libro y actualmente ves que los pasajeros van absortos en el teléfono móvil. Es un buen recurso para distraerse, tanto que pocas veces se cede el asiento a quien lo necesita más. Evidentemente, asumimos que no hay más compañero de viaje que uno mismo.
Han cambiado muchas cosas en cincuenta años y no podemos decir si a mejor o a peor. Pero hemos pasado de las estaciones de metro de cabinas y taquilleras con jefe de estación a un escaso empleado, cuando está, que te ayuda a actualizar la tarjeta de transporte en un dispensador automático. Los convoyes conducidos por un maquinista acompañado por un “operador de puertas” encargado de abrirlas y cerrarlas llevan ahora un maquinista y en el futuro irán huérfanos de él, con los pasajeros como único pasaje y tripulación. A todo esto la última conversación que tuve en un transporte público fue durante la pandemia cuando una persona, creo que más mayor que yo, me dijo
- Súbase la mascarilla, por favor. ¡ Uy! ¡Perdone! La lleva bien es la costumbre.
- No pasa nada, respondí.
Y no pasó cada, nos pusimos a manipular nuestros respectivos móviles aquí paz y después la estación de Gloria..
Pero creo que el cambio más profundo y significativo ha sido el cambio del único y más grande aviso que figuraba encima de cada una las puertas de cada uno de los vagones y que rezaba "DEJEN SALIR" y en otras ocasiones era más explícito con el rótulo “ANTES DE ENTRAR DEJEN SALIR” , ya no figura este aviso y si antes los pasajeros que iban a entrar abrían un pasillo esperando a que saliesen los usuarios que habían llegado a su destino ahora se apelotonan ante las puertas como tomando posiciones para llegar antes a un asiento. El resultado no es que unos no entren y otros no salgan, pero si hay choques entre unos y otros, se molestan los unos con los otros y se lanzan malas miradas, afortunadamente se queda en eso y las miradas poco después se dedican al móvil, que en muchas ocasiones parece ser él auténtico pasajero que porta a un humano.
Las cosas cambian, es lógico, que sea a mejor o a peor es lo que piense cada uno, pero hay cosas que se pierden irremisiblemente como es la conversación entre dos desconocidos..
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