La publicidad .
Decimos, y estamos convencidos de ello, que la política no respeta nada, el político aprovecha cualquier circunstancia para meter la cuña, ponerse una medalla o quitársela a otro. En realidad se promociona a sí mismo y a su partido, podemos considerar al político como un producto y al partido como una marca. Todo termina siendo publicidad. Las atracciones se promocionan, los programas de televisión se patrocinan y detrás de cada evento, si no aparece un político, aparece una marca.
Es lo que nos ha tocado vivir, si usted relaciona Santa Claus con Coca-cola no le extrañe, Coca-cola creó esa relación vistiendo a un señor gordo de rojo y le hizo atiborrase del famoso refresco. Con motivo de la Navidad se hacen anuncios especiales y hay marcas que sólo pagan el primer anuncio del año, que será su único anuncio. Las campanadas de fin de año son un chaparrón constante de diversos productos.Los anuncios de juguetes se multiplican, muchos de ellos son juegos de toda la vida vestidos de novedad, véase ese juego que se llama “ni si, ni no”, al que todos hemos jugado alguna vez, pero con formato y cartas... a mi, particularmente, me parece que es humillar a la información.
Y creo que la publicidad es peor que el villancico trescientos uno, la sobredosis del anuncio te llega en cualquier momento o actividad, no sólo viendo el televisor, puede ocurrir cuando estás dando un paseo. La publicidad te invita, como todo el tinglado navideño, a disfrutar mediante el consumo. Insinúa pertenecer a una élite por consumir un producto. Convence de comprar al mejor precio un producto que cada vez es más caro, y si no tiene el mejor precio es que estamos en fiestas. La sociedad da la respuesta prevista a unas campañas programadas y estudiadas. Hay una publicidad directa y otra más sutil, la una impone el producto y la otra te hace desearlo. También podríamos considerar publicidad todos los mensajes navideños disfrazados de felicitación que han retransmitido los personajes de la política, esos elijo no verlos ni oírlos.
Pero los anuncios que me sacan de quicio son los de colonias y perfumes. No por que acabe con complejo de ser un guarro y feo que huele mal; sino porque además no me entero de lo que me quieren vender, no se molestan ni en traducir el anuncio. O es una intención subliminal de aprender idiomas gracias a una marca de perfumes. Es que no dicen ni bien Carolina Herrera, que suena a Cagol-lina Gere-rhaa. Tampoco se preocupan dar un formato navideño, con todo su glamour, onirismo y acción sirven para una celebración de Navidad, San Valentín o Halloween, siempre en un ambiente elitista e internacional en el que sólo se habla inglés o francés.
En fin, les dejo con sus quehaceres cotidianos, que esos todavía no están patrocinados por una marca, que nosotros sepamos.