28 septiembre 2008

UNA GOTA QUE DESBORDA EL VASO

Me imagino que ustedes sabrán que Granada cayó en manos castellanas el dos de enero de 1492 y que su último rey fue Boabdil "el Chico". También supongo que se sabrán esa historia no documentada de que cuando Boabdil echó una última mirada para despedirse de su ciudad, y derramó unas lágrimas; su madre, Aixa, le increpó "no llores como una mujer lo que no supiste defender como un hombre".
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La verdad es que la conquista de Granada comenzó diez años antes, a finales de 1481 y no fue una tarea fácil para las armas castellanas, los modos de guerra tradicionales de la Baja Edad Media tuvieron que modificarse. A la caballería, el arma principal, le resultaba incómodo moverse por los parajes montañosos de lo que entonces era el Reino de Granada, además era fácil de emboscar. Por ello la infantería se vió potenciada y ahí encontramos el embrión de los Tercios de Castilla. La necesidad de trasladar las arcaicas piezas de artillería hizo que se desarrollase la ingeniería militar en labores de zapa que resultarían tan decisivas como la infantería en la batalla que consagró a las armas españolas en Ceriñola.
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No fue ello suficiente para quebrar la resistencia granadina, los Reyes Católicos tuvieron además que avivar los litigios dinásticos entre Muley Hacén, el Zagal y Boabdil, hijo del primero y sobrino del segundo. Aixa jugó papel más que importante en las intrigas de palacio y Boabdil, a cambio de las ayudas castellanas, fue cediendo partes de su reino a los castellanos. Cuando fue nombrado rey resistió durante dos años y consiguió pactar con los Reyes Católicos una rendición honrosa para los granadinos que, por cierto, sus términos no fueron respetados.
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Es de entender el grado de decepción del buenazo y voluble Boabdil cuando tuvo que marchar al destierro, aunque salvando la vida de su familia, la integridad de su tesoro y deshacerse de sus enemigos. Cualquiera que haya estado en Granada comprenderá la pena que embargaba a su destronado rey al ver por última vez la ciudad. El pobre de Boabdil había hecho lo posible por mantenerse en el trono, como quería su madre, había conseguido salvar la ciudad de la destrucción y a su pueblo de las penalidades que soportarían en un asalto y posterior derrota. Sentiría que había hecho todo lo posible a costa de un gran sacrificio. Por eso me parece incompleta la crónica no oficial que cuenta que su madre le dijo el famosísimo "no llores como mujerlo que no supiste defender como un hombre". Lo lógico es que continuase con que Boabdil se encarase con su madre o recurriese al suicidio. ¡Vaya madre! ¡Pues menudo consuelo!
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Si el rey destronado la hubiese emprendido a tortas con su madre, algo que no justifico, alguien pensaría que ella se lo había buscado y tendríamos una justificación a un maltrato. Pero tenemos que admitir que las palabras de Aixa no suponen ánimo, sino más bien son la gota que desborda el vaso de una situación. Son producto de aquel que no ha conseguido lo que quería y hace culpable al otro por no poder, que no querer. Son palabras que ahondan el disgusto, reavivan la pena y, en ocasiones, la chispa que provoca una explosión.Son también un maltrato.
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Moraleja, ante la adversidad mejor estar unidos para enfrentarse con ella, si nos enfrentamos entre nosotros antes que con la adversidad los disgustos suelen ser más graves. (Y la historia acaba mal).
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3 comentarios:

Andrés Álvarez dijo...

Genial artículo capaz de aunar la Historia al hilo de un tema tan actual (y problemático) como el maltrato.

Saludos.

Anónimo dijo...

Me ha gustado la forma en que engarzas un tema con otro, amigo Lufer. Sólo a tí podía ocurrírsele una cosa así. ¡Je,je,je! Muy bueno. ;)

Anónimo dijo...

Enhorabuena, Luis Fernando. Te ha quedado niquelado.