24 septiembre 2008

UN MAL DÍA

Dicen que un mal día lo tiene cualquiera. Lo que no dice nadie es lo que pasa cuando uno es el cualquiera de ese mal día. Pero el dicho es sabio ya que en un día como hoy mi nombre llaga a ser una incógnita y me siento como cualquiera, porque a mi dilecto Luis Fernando no le pueden pasar tantas desgracias en tan poco tiempo. Sólo le pasa a cualquiera. Bueno en realidad parezco más al jabalí de la foto, le hagan lo que le estén haciendo parece bastante calmado.
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Y eso que la cosa empezó temprano, el despertador estaba anti-roto, por uno de esos misterios que puede llamarse esposa, hijo o hija pero que luego no han tocado nada -me imagino que habrán sido alguna vez ese que no tocó un artilugio de su padre, pero sólo lo manoseó un poquito hasta que le pasó algo y comprenderán la situación- ha sonado un poco antes, por eso de no llegar tarde y con un volumen bastante alto para asegurar que te despiertas. Algo que ha logrado con inusitada eficacia, no solo me ha despertado, también me ha asustado.
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Poco después, repuesto del susto, he debido decidir sin darme cuenta (no estaría tan despierto) que no me iba a levantar con el pie derecho, pero tampoco con el izquierdo sino de bruces. Llegó a mi cabeza, demasiado tarde, que uno no se levanta de bruces sino que cae y así ha sido. Además ha debido ser gracioso porque es la primera vez que mi mujer se despierta por mi culpa y en vez de protestar se rie, me imagino que con razón.
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Como se imaginarán ante el cariz que tomaba el día no me he afeitado con cuchilla, he considerado más prudente la máquina eléctrica y aunque no me he cortado si me he quedado con un calambre. La verdad es que empiezo a tener miedo a salir de casa, he tardado diez minutos más en escoger la ropa que me ponía, asegurándome que no había ningún peligro y, mira por donde, no ha pasado nada.
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Pero cuando llego al metro, el convoy tarda y tarda como si el maquinista estubiese haciendo práticas... y así era, el tren pasó por la estación como desternillándose de todos los potenciales pasajeros. Es que debía ser gracioso ver a una multitud que se incrementa a la orilla del andén. El caso es que, a juzgar por la tardanza del siguiente convoy, al maquinista en prácticas se le debió de calar la locomotora, o bien estubo practicando que hacer si se paraba en mitad de un túnel. Yo, que no tenía más remedio, hice prácticas de paciencia y resignación, mejor intentar ir cómodamente de pie que incomodamente sentado.
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Y cuando llego al trabajo, sorpresa entre las sorpresas, uno de mis compañeros llega tarde y el otro se va antes, así que coges lo que debe hacer uno que a mi no me da tiempo que me voy antes y luego coges lo que debe hacer otro que se ha ido antes y yo que he venido tarde no tengo tiempo para nada. El caso es que cuando termino lo del primero, lo del segundo y lo mio siempre hay alguien que tiene que apostillar:
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- "Yo creo que hecho así habría quedado mejor".
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- "Pues yo creo que para hacerlo así lo deberías haber hecho tu... por cierto si no lo vas a hacer deberías callarte".
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- "Hombre que no es para ponerse así, si tienes un mal día..."
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- "Es que no tengo un mal día, lo que parece es que tengo a un bocazas a mi lado que llega a media mañana y se permite dar lecciones".
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- "Oye, oye. Que aquí nadie ha faltado".
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- "Pues yo creo haberlo hecho ahora mismo. Y a cosa hecha. por si no te has percatado. Ahora que ya está todo claro déjame trabajar".
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Cuando ha llegado la hora de la comida, el menú consistía en macarrones con una salsa de nombre francés impronunciable, treinta minutos más tarde he comprendido que significaba "en mal estado".
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El viaje en metro habría sido normal si no fuese por lo atemorizado que estaba por el hecho de que, en mi condición, apareciese otro maquinista en prácticas. El tránsito de la estación a mi casa ha sido como ir bailando hip-hop por todo el camino, un señor (perdón tipo) contorsionándose a la vez que corre. Y por fin mi casa, mi refugio aún sin pagar, con un cuarto de baño hipotecado al que llevo entrando y del que voy saliendo intermitentemente, una cama que me espera y una esperanza de que mañana sea otro día...
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Más me vale.
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6 comentarios:

Anónimo dijo...

No sabes cómo te entiendo, amigo Lufer. ¡Je,je,je! Hay días en que el mundo parece conjurarse para hacerle la vida imposible a uno, pero yo siempre me consuelo pensando en el regreso al hogar para disfrutar del descanso del guerrero. :)

Andrés Álvarez dijo...

Yo a esos días les llamo los "día de mi ego contra el Mundo"...jeje

armando alonso dijo...

La pasada semana he tenido que ir a mi dentista a Madrid (vivo en los alrededores) y utilicé el tren de cercanías y el metro. Pues no sé si sería en el tren, en el metro, o en el dentista, pero la cosa es que al regresar a mi casa, me instalé en el WC. como habitación preferente. Estuve en estre trance, y en ayunas (zumito de limón) dos días. Seguidos de otros dos a dieta de arroz blanco y pescado cocido. El médico me dijo que era un jodío virus que anda por ahí "volando".
Pues bien, cuidate y un poco de paciencia. No es nada, pero te deja baldado. Eso sí, en dos días perdí tres kilos. Una buena dieta de adelgazamiento.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Parece que mis días desde el 27 de agosto son todos así... Malos como el tuyo... Y la verdad, tanta mala suerte me cansa y me agota. Nuestra suerte ha de cambiar por eso me aferro al positivismo, haber si se me pega algo...

Anónimo dijo...

Vivir en Madrid es agotador. Sobramos dos millones de personas. ¿Algún voluntario para marcharse primero?

colombine dijo...

jajajajaja, ...te imagino "de bruces" ...No es para tanto...yo creo que exajeras...

Te podrías haber abierto la cabeza contra el pico d ela mesita de noche...

La comida en mal estado, te podría haber provocado en el metro una cgalera incontrolabel...

Y al llegar a tu casa...te la podrías haber encontrado inundada...

jajaa...cuánto he reido..un beso amigo