29 noviembre 2006

LOS GRANDES E INSIGNIFICANTES PROBLEMAS

El título del artículo del enlace parece quitar hierro al asunto, sólo leyéndolo podemos comprobar que la precariedad es un habitante más de muchos lugares, un huésped no invitado en muchas casas, y que el fenómeno de la globalización tiende a estratificar las sociedades de los países desarrollados más que igualar la de los países subdesarrollados, parece que mientras la riqueza se concentra, la pobreza se reparte. Mientras que para unos el problema es comprar una casa, para otros es sobrevivir, llegar a fin de mes.
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Parece ser que España va bien, pero los españoles no. Los datos que nos presenta el artículo son tristes, aún más si consideramos otros los buenos resultados de otros indicadores económicos como inflación o beneficios de bancos y grandes empresas. No se puede negar que los últimos gobiernos han hecho bien sus deberes y saben en que asignaturas obtener una buena nota para lograr un resultado más que satisfactorio.
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Quizás los problemas de cada uno, que llegan a ser tan graves como para no satisfacer las necesidades mínimas, son las cloacas de nuestro milagro económico. No se le puede hacer responsable a un gonierno, quizás los ciudadanos estén pagando en tiempo presente decisiones pasadas: no haber podido estudiar más, la opción del camino del mínimo esfuerzo, el día que uno decidió subirse a una patera... en fin, algo que un momento de la vida les relegase al oscuro papel que ahora viven y están pagando. No es el gobierno el que debe dar una solución de carácter monetario, pero es el que debe resolver ésta situación, dando directrices y estableciendo la normativa precisa, cumpliendola y haciendo cumplirla.
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Pero cuando uno no llega a fin de mes, las discusiones sobre estatutos, procesos, constituciones y videos resultan suplerfuas y hasta ofensivas. Ante estas pequeñas tragedias queda patente no sólo la impotencia de los gobiernos, sino de la sociedad.
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Resulta paradógico que una sociedad que pide una inversión para ayudas del 0.7% del PIB se encuentre con un panorama como el actual, no es cuestión de caridad, sino de dignidad. No es una bandera electoral o partidista, es social. Es un deber de todos articularse para dar una respuesta común a problemas comunes. Es dejar de tirarse trastos y videos a la cabeza e intentar detener la desintegración de nuestra sociedad.
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