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Quizás Don Fernando no sea uno de los grandes, como pudo serlo Cela, o de los más conocidos como puede ser Arturo Pérez Reverte, su narración es de esas que parace divagar sobre un tema que no se diluye sino que se apuntala con todo lo que va contando. Ello da lugar a que en una misma página coincidan la anécdota graciosa y el suceso triste.
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No es un libro que hable bien de Madrid o los madrileños, pero tampoco dice nada malo, es una desripción hecha con cariño y crítica por el testigo de algo que evoluciona y que sin llegar a decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, tampoco dice que el presente sea peor y que el futuro sea negro o de esperanza. Es un libro que se lee por el placer de leer, por saborear anécdotas y situaciones más que por captar un mensaje. No es un plato fuerte sino un aperitivo, pero a veces el aperitivo es mejor que lo demás...
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