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Rechazó su estatus porque no quiso ser cubano, aunque amó a Cuba, ni se declaró argentino, aunque nunca renegó de sus raíces; simplemente se consideró ciudadano del mundo y, en aras de ello, luchó en África y murió en Bolivia (Sería interesante estudiar la desaparición de la escena cubana de los dos comandantes más populares, el Che y Camilo Cienfuegos). Su cadáver profanado se perdió y nació la leyenda y el mito. Si sus ideas son discutibles su compromiso queda claro y nítido.
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Hoy el Che es un icono nacido de su foto más popular -que no la más característica, en la mayoría de sus fotografías fuma un habano- tomada cuando encabezaba una manifestación con otras fuguras del naciente régimen castrista.
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Ahora tenemos el icono en camisetas que son más caras por llevar impreso su rostro, en posters, pegatinas, pines y hoy, para colmo de males, lo he descubierto en ina guitarra eléctrica. Se ha estrenado recientemente una película biográfica y otro film que contaba su periplo en motocicleta fue un éxito.
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Los que portan su icono pueden demostrar su admiración por la figura, sólo eso. Con mil perdones, pero la imagen que me hago de ellos es la de niños comunistas de papá o pijos de la izquierda; la cara del Che no hace más que conferir a sus actuales portadores una imagen de militancia artificial, más por fardar que de convencimiento.
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El ejemplo se ha difuminado, el mito ha muerto, sólo queda un icono comercial, cada vez más burgués y menos comprometido.
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2 comentarios:
Es el tema, que los "marxistas" que me encuentro por la vid son los típicos niñatos que han salido rebotados de familias de empresarios y funcionarios.
Gran artículo. Un abrazo.
Hoy lo has clavado, Luis Fernando. Suscribo de principio a fin este artículo. Un abrazo.
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