16 octubre 2006

EL JUEGO DEL PODER

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Pues todo indica que mi voto equivale a un punto para el elegido, luego hará con él lo que quiera, mi voto no significa mi confianza, ni mi esperanza en un grupo político, es un punto. Un granito de la cosecha que puede alimentar a los políticos durante cuatro años.
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Normalmente me resulta dificil entender que el afán por servir a la sociedad que tienen algunos partidos los lleve al servilismo a las minorías. Ha pasado en Galicia y en Cataluña, no gobiernan los más votados, sino una alianza que obtiene la mayoría absoluta, así para derrotar a Fraga en Galicia o a Arturo Más en Cataluña se le dió un poder exhoribitado a una minoría nacionalista, el BNG o ERC. En mi opinión no hay una representación significativa del pueblo gallego o catalán en las exigencias de ser una nación, pero ante las concesiones que hay que dar para gobernar, están el hecho de declarar naciones, a pesar de la historia compartida. A pesar de que haya que buscar raices que justifiquen las elementos nacionales en hechos que ocurrieron cuanto menos hace cien años. Usar el idioma, algo que los humanos tienen para entenderse, como un hecho diferencial es lo mismo que declarar que una nación se articula bajo una unidad ligüística, en cuyo caso todo el mundo de habla inglesa debería llamarse Estados Unidos, Inglaterra o Australia y Suiza, por otra parte, no tendría razón de ser.
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Lo triste es que están desapareciendo los programas para ganar las elecciones, esto es para convencer de un proyecto. El planteamiento básico consiste en que el rival no tenga la mayoría absoluta y, a partir de ahí, pactar; pactar a cualquier precio. Dar un desmesurado peso político a la minoría que apoya y apoltronarse en el trono, o la butaca. Garantizarse este asiento durante el mayor tiempo posible.
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Esto no es más que una traición a los propios ideales. Respeta las reglas del sistema, pero desprecia el voto de cada uno y la voluntad soberana. El reflejo resultante de esta votación no es una muestra del resultado de las urnas, que normalmente debe responder a "deseo que me gobierne los representantes que componen esta lista". El hecho de anular la mayoría con una alianza, generalmente in extremis, es dar una respuesta al negativo planteamiento de "evitar ser gobernado por los componentes de esta lista". Y es por este hecho por el que se desvirtua el plebiscito, porque no se trata tanto de la formación más votada, sino de que el oponente no obtenga los votos necesarios. Ya no se trata de convencer, ni siquiera de vencer, sino de que nuestro rival no venza.
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También hay que hacer constar que el político modelo no parece el dechado de virtudes que debería ser. Siempre me he planteado qué es lo que impulsa a una persona a querer alcanzar el poder, a estar en la cúspide de cualquier socidad u organización. Los políticos, la presidencia. Los economistas la dirección de la empresa. Los militares, el generalato... En fin, quizás signifique el reconocimiento profesional, quizás responda al estímulo de querer quedar inscrito en la memoria colectiva en un vano intento de perpetuar nuestra existencia. El caso es porqué se presenta alguien de candidato a ser presidente. Vocación de servicio a la sociedad, en nombre de unos ideales propios, mantener un modo de vida, conquistar o mantenerse en poder. La gran pregunta es si todo es válido para ello. Si atendemos bien a la noticia del enlace, no parece que se persiga un beneficio para Madrid, mas bien parece que se trata de obtener un beneficio a costa de Madrid.
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Y es que en el caso de la candidatura de Madrid, nadie parece querer ocuparla. Sorprende, en mi opinión sin motivo, que alguien que ha destacado por su coherencia, el Señor Bono, haya rechazado este ofrecimiento, ya dijo que no se planteaba volver a la política por algún tiempo. Ahora se ha ofrecido esta candidatura a la Vice-presidenta del Gobierno, y no parece muy feliz de tener que aceptarla. Todo indica que ha habido o habrá que recurrir a la disciplina del partido, ya que la vocación no está dando los resultados que cabría esperar. Según la prensa, y hace tiempo que así lo publica, un partido en el poder hace lo posible por perpetuarse en el mismo, ello obliga a que sea populista, a tener contenta a la mayoría, a demonizar a un enemigo, generalmente la oposición, e incluso a tener buen talante. Las decisiones con esta conducta no son difíciles, en ocasiones se trata de dar lo que piden y otras de no decidir, pocas de actuar, y en caso de hacerlo, de la forma más ambigua posible. Lo que se debe de hacer, mejor no hacerlo, ya sea porque no se obtiene un beneficio a corto plazo, o simplemente porque genere descontento.
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George Orwell escribió 1984, la novela que trataba de como un presidente, "El Gran Hermano", controlaba la sociedad y cómo disponía de los suficientes mecanismos para perpetuarse en el poder y generar una lealtad hacia su persona que rayaba en el amor. El caso es que veintidós años más tarde "El Gran Hermano" es un programa de televisión, a la vez que los que ejercen el poder van estableciendo sus mecanismos de control.

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