30 septiembre 2024

HACIA LA TIRANIA (IV)

HACIA LA TIRANÍA (IV)


De líderes, dictadores y tiranos.

Nos guste o no somos una sociedad ávida de líderes. Aunque votamos a los partidos en realidad depositamos en la urna una lista de desconocidos porque queremos que gobierne el candidato estrella de un partido. Caemos en la trampa: los candidatos de nuestra lista no nos van a representar, se limitarán a ser corifeos de su partido y, por ello, del candidato presentado por el mismo.. Y ya tenemos al líder de turno.

Líder es un anglicismo de la palabra leader (director o guía) que en alemán se dice führer.y en italiano duce  Como siempre, cosas de la semántica, ser líder no resulta tan malo como ser führer o duce o, ya si nos ponemos, caudillo. Es cuestión de sentimientos, al líder le atribuimos unas cualidades positivas que no le atribuimos a los otros. Es más, diferenciamos entre liderazgo y mando, admitiendo que el liderazgo exige nuestra responsabilidad y el mando nuestra disciplina, cuestión de convencimiento. Pero nos estamos yendo por las ramas. En definitiva lo que queremos decir es que en una elecciones votamos por un líder.

Cuando el partido político pasa a ser algo secundario y se convierte en el aparato del líder, entonces podemos hablar de un dictador. Al dictador sólo le importa el régimen que propone, para ello coloca a sus fieles en las instituciones. Podemos decir que la principal diferencia entre un líder y un dictador es que el primero fortalece las instituciones mientras que el segundo fortalece el régimen con las instituciones. Para ello cambirá la normativa que haga falta con el principal objetivo de apuntalar su régimen.

Cuando un dictador se sirve de las instituciones y el régimen que propone se convierte en humo y todas las instituciones, incluido su partido, fortalecen al dictador estamos hablando de un tirano. El tirano no cambia la normativa, también se sirve de ella. La normativa exige una coherencia y ello implica una línea de acción previsible y consecuente con los compromisos que se adquieren, sólo elaborará la normativa que le apuntale. Mediante el dominio de las instituciones se justifican las mentiras y vaivenes del tirano que no tiene más objetivo que mantener el poder.

En fin, que en nuestro sistema democrático venimos a elegir a un deseado líder por cuatro años, luego puede ser un dictador, un tirano y, a veces, un líder... en ocasiones, muy pocas, un buen líder. 

28 septiembre 2024

HACIA LA TIRANÍA (III)

HACIA LA TIRANÍA (III)


La Partitocracia.

Los partidos políticos se crearon, en su origen, para alcanzar unos objetivos de acuerdo con una ideología. Ya fueran en defensa de sus ideas o para convencer de las mismas, el gobierno era una forma de apuntalarlas, una forma de convencer al electorado de las bondades de una corriente política... pero esto es la teoría.

Quizás el primer defecto de nuestro sistema electoral es que se vota a las personas, pero se elige a los partidos. Si un individuo que no pertenezca a un partido político pretende defender sus ideas en las cortes, ya sea senado o parlamento, deberá presentarse dentro de las listas de un partido o crear su propio partido. El caso es que, en definitiva, son los partidos, y no las personas, los que acceden gobierno de la nación.

Se atribuye a Montesquieu la teoría de que el estado debe basarse en tres poderes: el ejecutivo (o gubernativo), el legislativo y el judicial. Tiene su lógica, el poder legislativo ejercido por un  parlamento que aprueba y promulga las leyes que no sólo establecen unas normas de convivencia para la sociedad sino que también enmarcan la gestión que ejerce el gobierno (que ejerce el poder ejecutivo). Esto quiere decir que el gobierno no puede hacer lo que quiera, por necesario o urgente que sea, si la acción pretendida no está regulada o amparada por una ley emanada del parlamento. Ante un posible conflicto, el poder judicial ejerce como árbitro analizando y aplicando la norma vigente. Es la teoría.

En la práctica el acceso de un partido al poder pervierte esta relación. Al ser los diputados miembros de una partido son más partidarios que representantes. Esto quiere decir que desde el momento en que son elegidos dejan de representar a sus votantes para representar a su partido y pesa más la obediencia al partido que la fidelidad a los ciudadanos que los votaron. Ello se acentúa por la disciplina de voto. En el congreso no hay disidencias entre los diputados de un mismo partido: se obedece al dictado del partido, fidelidad sin convencimiento y, en muchas ocasiones, conveniencia frente a coherencia.

En los partidos políticos suele haber diferentes tendencias y sectores críticos, pero qué pasaría si en un partido una sola persona, un líder, anulase cualquier crítica y no admitiese más tendencia que la suya. Está claro: dominaría los tres poderes por medio del partido. Sería el partido el que elaboraría la leyes y su aprobación por el parlamento sería un mero trámite, ante cualquier conflicto un poder judicial que simpatizase con el partido inclinaría la balanza de la justicia a su favor. Este sistema sería una partitocracia, los tres poderes, en teoría independientes, están dominados por un partido.  


26 septiembre 2024

HACIA LA TIRANÍA (II)

HACIA LA TIRANÍA (II)

De lo que no se dice.

Los políticos siempre presentan una cara de la moneda y mantienen oculta la otra. Generalmente declaran en palabras sencillas y fáciles de entender sus promesas, pero sus objetivos e intenciones se manifestan más en lo que callan. Se aprovechan del entusiasmo de su audiencia y de su falta de capacidad de análisis. Cuando Pedro Sánchez anunció que no iba a haber recortes pocos se plantearon de dónde iba a salir el dinero, en su silencio iba implícito un aumento de la carga impositiva y una intención de endeudamiento. Cuando Pablo Iglesias recordó que todos los españoles tenían derecho a una vivienda digna, sin promover construcción de viviendas ni plantear su financiación, estaba dando vía libre a la okupación. Cuando Aznar o Rajoy proclamaban que España iba bien, olvidaban el hecho de que a los españoles no les iba tan bien. Rodriguez Zapatero se negó a pronunciar la palabra crisis durante casi seis meses, como si el hecho de negarlo evitase la existencia de una crisis que acabó estallándole.

 ¿Podemos culpar a los políticos? Exclusivamente no. El público también participa de la culpa. No ejerce su derecho a la crítica ni practica el análisis. Cuando un político haga un anuncio no hay que quedarse sólo con el ¿qué? y el ¿para qué?,  hay que profundizar un poco más en el ¿con qué? y en el ¿cómo?, plantearse si el ¿para qué? que se propone el político coincide con el nuestro y sobre todo ¿cómo y en qué me va afectar su promesa? Invitémonos a hacer un ejercicio de autosinceridad con nososotros mismos respondiendo a la pregunta ¿Ha mejorado mi vida con Sánchez?¿Ha cumplido con sus compromisos?¿Me ha beneficiado en algo? El mismo ejercicio lo lo podemos hacer con cualquiera de los dirigentes actuales. Pocos obtendrían una evaluación positiva.

Si nos damos cuenta, actualmente la democracia se basa en una campaña electoral en la que los políticos nos hacen promesas y piden nuestro voto para, posteriormente, estar cuatro años exigiendo nuestro dinero, nuestro esfuerzo y nuestro acatamiento a sus medidas.

Por inteligente que sea el político de turno no puede lanzarse a largar proclamas, promesas y, a la vez, mantener silencios. Por muchas deficiencias que tenga su publico, siempre se podrán detectar contradicciones. Debe seguir un programa de comunicación, saber que es lo que dice, lo que no dice y cuando hacerlo. Para eso entra el aparato del partido.


25 septiembre 2024

HACIA LA TIRANÍA (I)

 HACIA LA TIRANÍA. (!)

 


Del uso del lenguaje.

 Una lengua, generalmente, tiene cosas buenas. Son los hombres los que de una u otra forma la acaban pervirtiendo. El principal logro del uso de una lengua es la de tener un nombre para cada cosa, algo inequívoco que no induzca a ningún error. Eso significaría que un nombre sólo se aplica a una cosa, ser o concepto; pero desgraciadamente no sucede a la inversa, en muchas ocasiones hay más de una palabra para definir una cosa, ser o concepto. A partir de este punto, hay veces que se utilizan palabras para referirse a algo ambiguo, de esta manera con una sola palabra se pretende abarcar muchos conceptos. Y aquí entran las artimañas humanas, que amparan en el uso de las palabras sus incoherencias. Los mejores ejemplos los encontramos en el mundo de la política.

Mi primer recuerdo fue con el presidente Aznar, tras anunciar que no subiría los impuestos, gravó el consumo de alcohol, tabaco y otros productos. Cuando se le recordó que había subido estos impuestos el recordó que no había subido impuestos sino tasas. Como si una tasa fuese algo diferente a un impuesto. El presidente Zapatero tras prohibir los transvases de agua en su plan hidrológico nacional (más que nacional, del PSOE) autorizó una “transferencia hídrica de cuencas” entre el Ebro y el Ter. Con esto quiero decir que el uso torticero del lenguaje no depende tanto de la ideología como de la caradura del emisor.

Asistimos a una nueva deriva, a las mentiras se las denomina cambio de opinión o cambio de posición, ahora el recurso dialéctico convierte lo contrario de lo malo en bueno. Así nos encontramos, por ejemplo, que el feminismo es,necesariamente, bueno por ser lo contrario al machismo; o que el extremismo de izquierda (asociado al comunismo) es bueno por ser lo contrario que el extremismo de derechas (asociado al nazismo o fascismo). De esta manera las mismas acciones y sus consecuencias son buenas o malas según quien las perpetre.

Y así nos encontramos ahora, nuestra clase dirigente retuerce el lenguaje y confunde con cada palabra, ahora fascista es cualquiera que no comparte la opinión oficial que establece la clase dirigente y extrema derecha es todo lo que se encuentra a la derecha del espectro político que establece la clase dirigente. Se recurre al término “progresismo” dando por sabido el concepto y se incluye como progresista a todo aquel que pueda apoyar a la causa de la clase dirigente. Iendo ahora a lo elemental si decimos que el progresismo es bueno, lo contrario, el conservadurismo, ha de ser necesariamente malo y viceversa. El pueblo soberano viene a ser un campo de batalla que cae en una peligrosa trampa que la dialéctica trata de ocultar: el fin justifica los medios..