Publicada en eldiario.es el día 8-3-2018
Concluye la semana y me resulta inevitable
hablar de la huelga feminista. He intentado no hacerlo. Pero, finalmente, con
tanta tabarra hay que pensar algo y comunicarlo, especialmente no lo que no se
dice. Cosas que, de alguna forma, intuimos pero que notamos difusas. Algo que
chirría en el mecanismo, pero no sabemos que es. En mi opinión hay dos
artículos que son significativos de la deriva alcanzada con las opiniones sobre
el feminismo. Uno se publica en elpais.com y lo firma Doña Soledad Gallego-Díaz
con el título de “Nada más poderoso”, en él se llega a la conclusión de que el
feminismo es capaz de movilizar masas, es igualitario y es de izquierdas. El
artículo opuesto se publica en elmundo.es y lo firma Don Arcadi España en el
título de “El feminismo fake”, en él se llega a la conclusión de que las mujeres
se han echado a la calle espoleadas por datos manipulados y que su situación,
al menos en España, no es lo mala que se da a entender.
En mi opinión es significativo
que se haya utilizado un lazo lila, término (además de ser un color) en cuya tercera acepción la Real Academia también
define como “tonto o fatuo”,. Y, discúlpenme, hay que ser
un lila, pero de lazo grande, para no ver ciertas obviedades. La primera de
todas es no entender que a la sociedad actual hemos llegado gracias a la
participación de hombres y mujeres. No me negarán que ha habido mujeres en la
primera línea de la política (Isabel I la Católica, Isabel II en Inglaterra y otra
en España, Margaret Thatcher…) del combate (María Pita, Agustina de Aragón…),
la ciencia (María Curie) y la aventura (Amelia Hearth, la monja Alférez…). Ha
habido otras mujeres que han tenido un papel más discreto, pero que han sido
clave en el éxito de sus maridos (en mi opinión el mejor ejemplo es Doña Zenobia
Camprubí, esposa de Juan Ramón Jiménez). Tenemos que tener en cuenta que los
que alcanzan el éxito sólo son la punta del iceberg de los que lo intentan. No
podemos quejarnos del hecho de que haya menos mujeres que hombres en los anales
de la historia, si podemos arrepentirnos (todos) de que muchas mujeres no hayan
tenido la oportunidad de intentarlo. Creo que en la sociedad que hemos creado
si esto no está superado, falta poco.
Pero otra cosa es quejarse de que
hay pocas películas de directoras que no ganan los premios Goya, o que hay
pocos best seller de escritoras. En cuestión de arte hay que gustar al público.
El éxito es tan esquivo con los hombres como con las mujeres, no entiende de
cuotas ni de paridad.
También es de lilas, pero de
bandera morada, pretender llevar la paridad al extremo. La paridad es tan
discriminatoria para unos como para otras, la posibilidad de eliminar a los más
capacitados por cumplir una cuota va en detrimento de todos. No sólo eso,
también hay que predicar con el ejemplo. Si tan importante es la paridad o que
las mujeres ocupen cargos en las instituciones, no he visto a ningún feminista
de barba y coleta o socialista sin escaño ceder su puesto a una fémina. En
resumen los políticos, como siempre, arriman el ascua a su sardina.
Pero lo que me parece más lila,
de morado absurdo, es que alguien pretenda que las mujeres van a ser felices a
partir del 8 de marzo. Me niego a creer que las mujeres han sido unas amargadas
hasta el día de hoy y que han renunciado a un derecho tan fundamental como es
el de ser felices. En este caso creo que estamos cometiendo el error de dar
unas normas para la felicidad que acotan muchas de las opciones que las
personas pueden adoptar para vivir su vida. En este sentido el feminismo es tan
uniformador como el machismo.
Creo que las personas, hombres y
mujeres, somos individualmente libres, podemos elegir entre las diferentes
opciones que se nos presenten. Para ello hay que ser valiente. En España
resulta muy fácil ser valiente ante las instituciones oficiales y es más
difícil ser valiente ante los extremistas, violentos y terroristas. En otros
países es muy difícil ser valiente, a veces cuesta la vida.
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