23 septiembre 2006

LAS NUEVAS DICTADURAS

http://blogs.periodistadigital.com/periodismo.php/2006/09/23/cuando_los_ninos_espanoles_son_malos_y_r

Una de las mayores virtudes de la democracia es la libertad de expresión, yace principalmente en el hecho de que cada persona pueda expresar sus opiniones y sentimientos. En este aspecto, una persona brinda a las demás algo enriquecedor, yo diría que integrador incluso, ya que la libre expresión de uno debe admitir la réplica y el debate, y conversando, contraponiendo opiniones, admitiendo dónde se está en lo cierto o no, se alcanza esa posición que está en la intersección de nuestras ideas, lo que a fin de cuentas, nos permite fijar nuestras normas de convivencia.

Pero cuando la libre expresión es ejercida por un grupo, más o menos mayoritario se desvirtua, el grupo cae en el "efecto rebaño", el individuo pierde capacidad de crítica, de razonamiento y sobre todo de albedrío. La opinión del rebáño es incuestionable, irrebatible e inamovible. Ronda lo burlesco oir un discurso que clama por la independencia a la vez que se queja de la situación de falta de libertad. Éstos dicursos y anuncios sólo blindan mentes de por si cerradas. Nos guste o no en España todos somos libres y todos podemos expresarnos libremente, incluso el insulto y la descalificación que cada día se dán son una muestra de las cotas de libertad que disfrutamos y de la irresponsabilidad con que las ejercemos.

Ahora dentro de la evolución de los nacionalismos que hay en España, sería bueno analizar el porqué de su explosión, estamos asistiendo a una instauración de paisanismo, esto es localismo cerril, no hay nada más que mi tierra, en la que debe de vivir la gente de mi tierra y donde no cabe más opinión que la de la gente de mi tierra. La exclusión de la opinión discrepante, no sólo confirma la negación de la libertad, sino que además cierra la puerta a cualquier alternativa de convivencia, sólo los de la tierra definen las normas de convivencia, esto ya es totalitarismo.

Y es que nos guste o nó la democracia en muchos sitios empieza a ser entendida como la elección de un dictador para cuatro años, como una sociedad excluyente que puede perseguir, desterrar, aislar e incluso matar en aras de un fin superior. Trae también un cambio de moral: el fin justifica los medios, si antes lo sublime era morir por unos ideales, ahora hay que matar por ellos.

Mi película en este caso sería de otro índole: Un hombre entrado en años está sentado en un banco, leyendo la Constitución Española, no hace uso de ninguna bandera, escudo o lema, repentinamente aparecen unos cuantos macarras con la cara pintada de colores de sus banderas autonómicas, apalean y echan al señor, destrozan el banco y con los restos se hacen unas burdas banquetas para sentarse.

En España se está defendiendo el talante a cualquier precio, incluso limando nuestra libertad en aras de la dictadura de la mayoría rebaño, pero la defensa del talante no es la la defensa de nuestras libertades, la responsabilidad de cualquier gobierno está con la constitución, tiene que ser capaz el libre ejercicio de los derechos de cada ciudadano. Hasta ahora garantizar el libre ejercicio de estos derechos a los partidos era garantía para los ciudadanos.

Ahora hay muchos partidos políticos que ya no dan libertad a sus partidarios, que a fin de cuentas son libres para empeñarla, pero que intentan trasladar esta situación al reto de la ciudadanía. Hace unos setenta años en Alemania, un partido político se sirvió de la democracia para instaurar un gobierno totalitario, se basó en el poder que le dio la mayoría, el resultado protrer es de sobra conocido, Alemania terminó en ruinas tras haber matado a seis millones de judíos.

En España asistimos a algo parecido, creo que buenos ejemplos son la pureza de raza de los vascos basándose en el hecho diferencial del Rh negativo, o la defensa a ultranza del catalán, que no necesita ser defendido, eliminando el castellano. Si cerramos los ojos ante esta situación, puede que cuando los abramos no sea tan lejana, ni estemos a tiempo para solucionarla.

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