16 noviembre 2019

LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS

Panorama V

Cuando un español define su tercera preocupación como “los problemas de índole económico” está siendo deliberadamente ambiguo. No creo que le quite el sueño la calificación de la agencia Moody’s, si el PIB crece mucho o poco el último trimestre o si han aumentado o disminuido las importaciones. Es posible que preste un poco más de atención al IPC, por cómo puede influir en el alquiler, o al precio del dinero por cómo influye en su hipoteca. En realidad, creo que problemas de índole económico es un eufemismo de problemas para llegar a fin de mes.

Generalmente, excepto en muy contados casos, los ingresos no están a la altura de nuestros deseos. Peor es aquel en que los ingresos de no llegan para satisfacer las necesidades. Tenemos que tener en cuenta que para satisfacer una necesidad hay que renunciar a otra cosa que puede ser menos necesaria o de peor calidad.

Hay necesidades que nos hemos creado y a las que no es fácil renunciar, me viene a la cabeza el fenómeno del teléfono móvil y de aquellos que gastan lo que haga falta en mantenerse en la última generación. Pienso en los emigrantes que se suben en la patera sin dinero, huyendo de la pobreza… pero con móvil. No sé lo puntual o no de estos casos y reconozco que generalizar es caer en la falsedad, pero hay que admitir que lo descrito sucede.

La realidad es tozuda y las personas no son iguales unas a otras, por esta razón habrá necesidades diferentes, gastamos de diferente manera  y, por mucho que se empeñe un gobierno, siempre habrá desigualdad en forma de ricos y pobres, y todos llegaremos a fin de mes dejando algo que nos habría gustado comprar. No queda más remedio que la resignación y, con ella, la queja. Ya lo dice la canción: “Todos queremos más”.

El problema de llegar a fin de mes deriva de dos circunstancias. La primera depende de lo manirrotos que seamos, si nos metemos en más gastos de los que podamos hacer frente o si somos poco previsores y cantos de sirena nos hacen vivir el cuento de la lechera, sobre esta circunstancia tenemos control y no hay otra responsable que no seamos nosotros. La segunda se origina cuando hay un cambio repentino – hay recortes en el sueldo, una enfermedad que requiere atender a unos gastos – y ya no tenemos control, implica unos ajustes en el mejor de los casos, sacrificios en el peor. Pero nadie puede evitarlo.

Por tanto, este problema viene desde hace tiempo y persistirá, la solución del mismo depende más de que las personas sean capaces de equilibrar sus ingresos con sus necesidades y que el estado o la sociedad sean capaces de satisfacer las necesidades más básicas de aquellos que no tienen suficientes ingresos, de mitigar las consecuencias de la segunda circunstancia. Aunque con ello entraríamos en un nuevo debate sobre qué consideraríamos ingresos suficientes, que no se corresponden con las personas, sino con el trabajo que realizan.

Para ello debemos tener en cuenta algo de lo que siempre nos damos cuenta tarde: no existe la vida regalada, todo requiere un esfuerzo que vamos a tener que hacer antes o después. Sacrificar la comodidad en beneficio de la formación nos dirige a un buen trabajo y un sueldo aceptable. Sacrificar la formación siempre nos va a limitar nuestro acceso al mundo laboral y, por ello, nuestros ingresos. Desgraciadamente hay lecciones que se aprenden tarde y nadie escarmienta en cabeza ajena.

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