Panorama V
Cuando un español define su tercera preocupación como “los
problemas de índole económico” está siendo deliberadamente ambiguo. No creo que
le quite el sueño la calificación de la
agencia Moody’s, si el PIB crece mucho o poco el último trimestre o si han
aumentado o disminuido las importaciones. Es posible que preste un poco más de
atención al IPC, por cómo puede influir en el alquiler, o al precio del dinero
por cómo influye en su hipoteca. En realidad, creo que problemas de índole
económico es un eufemismo de problemas para llegar a fin de mes.
Generalmente, excepto en muy contados casos, los ingresos no
están a la altura de nuestros deseos. Peor es aquel en que los ingresos de no
llegan para satisfacer las necesidades. Tenemos que tener en cuenta que para satisfacer
una necesidad hay que renunciar a otra cosa que puede ser menos necesaria o de
peor calidad.
Hay necesidades que nos hemos creado y a las que no es fácil
renunciar, me viene a la cabeza el fenómeno del teléfono móvil y de aquellos
que gastan lo que haga falta en mantenerse en la última generación. Pienso en
los emigrantes que se suben en la patera sin dinero, huyendo de la pobreza…
pero con móvil. No sé lo puntual o no de estos casos y reconozco que generalizar
es caer en la falsedad, pero hay que admitir que lo descrito sucede.
La realidad es tozuda y las personas no son iguales unas a
otras, por esta razón habrá necesidades diferentes, gastamos de diferente
manera y, por mucho que se empeñe un
gobierno, siempre habrá desigualdad en forma de ricos y pobres, y todos
llegaremos a fin de mes dejando algo que nos habría gustado comprar. No queda
más remedio que la resignación y, con ella, la queja. Ya lo dice la canción: “Todos
queremos más”.
El problema de llegar a fin de mes deriva de dos
circunstancias. La primera depende de lo manirrotos que seamos, si nos metemos
en más gastos de los que podamos hacer frente o si somos poco previsores y
cantos de sirena nos hacen vivir el cuento de la lechera, sobre esta
circunstancia tenemos control y no hay otra responsable que no seamos nosotros.
La segunda se origina cuando hay un cambio repentino – hay recortes en el
sueldo, una enfermedad que requiere atender a unos gastos – y ya no tenemos
control, implica unos ajustes en el mejor de los casos, sacrificios en el peor.
Pero nadie puede evitarlo.
Por tanto, este problema viene desde hace tiempo y
persistirá, la solución del mismo depende más de que las personas sean capaces
de equilibrar sus ingresos con sus necesidades y que el estado o la sociedad
sean capaces de satisfacer las necesidades más básicas de aquellos que no
tienen suficientes ingresos, de mitigar las consecuencias de la segunda
circunstancia. Aunque con ello entraríamos en un nuevo debate sobre qué
consideraríamos ingresos suficientes, que no se corresponden con las personas, sino
con el trabajo que realizan.
Para ello debemos tener en cuenta algo de lo que siempre nos
damos cuenta tarde: no existe la vida regalada, todo requiere un esfuerzo que
vamos a tener que hacer antes o después. Sacrificar la comodidad en beneficio
de la formación nos dirige a un buen trabajo y un sueldo aceptable. Sacrificar
la formación siempre nos va a limitar nuestro acceso al mundo laboral y, por ello, nuestros ingresos. Desgraciadamente hay lecciones que se aprenden tarde y nadie
escarmienta en cabeza ajena.
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