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No es tan catastrófico, tampoco es un suplicio, pero si es más incómodo. La situación que se vive en los aeropuertos no sólo refleja la influencia de la amenaza terrorista, sino lo complicado y complejo que se está haciendo el mundo.
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En lo que se refiere a Occidente, nos estamos haciendo más viajeros. Organismos que celebran todo tipo de simposios en diferentes lugares del mundo, reuniones empresariales convocadas en todo el globo, reuniones, exposiciones, vacaciones... y en todas se pretende que asista, al menos, todos aquellos que han sido invitados.
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La seguridad es necesaria, no sólo evita catástrofes, muertes o incidentes, sino que también anula los golpes de efecto. Asumir que todo el mundo es bueno resulta tan perjudicial como sospechar que cualquier viajero es un terrorista en potencia. Por eso la postura que se adopta es la de que existe la posibilidad de que se intente un atentado y, por tanto, hay que clarificar toda situación que pueda levantar sospecha y eliminar toda ocasión de cometerlo.
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Por supuesto es incomodo pasar a través del detector de metales. Cuando suena uno siente la sensación de haber sido cogido en falta, de ser un aparato que no funciona bien. Y eso que en España no resulta tan opresivo, le invito a cualquiera a venir en avión desde los Estados Unidos.
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Pero hay algo que es importante señalar: las comunicaciones son vitales. Han llegado a ser un factor importante de la economía, entretenimiento y, sobre todo, entendimiento. Han acercado naciones que no se conocían y atado lazos entre enemigos tradicionales. En breve: la comunicación es más solución que problema. Y es un error ver en lo que nos incomoda un problema. Las inspecciones y retrasos son un tributo que hay que pagar, mientras las inspecciones no sean humillantes y los retrasos sean hechos puntuales.
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También hay una gran diferencia entre ser aguerrido o imprudente, si hay niebla, tormenta o cualquier fenómeno meteorológico no hay más culpable que la propia naturaleza. Si el tráfico rodado se ralentiza cuando llueve, razón de más para que el aéreo se retrase e incluso se paralice ante cualquier situación de peligro. Somos aguerridos cuando nos subimos en un avión, somos imprudentes si exigimos despegar cuando se detecta un peligro. En todo caso es mejor llegar tarde y vivo que ser un cadaver puntual.
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Un avión es una máquina delicada que vuela, la mayoría de las veces con personas dentro de él. Hay tres variables que el piloto debe tener en cuenta: peso, combustible y espacio. El peso es la resultante de un equilibrio entre carga, pasajeros y combustible; de ahí la limitación del equipaje. El combustible aumenta de precio y la única forma de hacer rentable un vuelo sin aumentar el coste del billete es aumentando pasajeros a costa de espacio y carga, por eso el espacio resulta cada vez más reducido y el equipaje más limitado. El viaje en avión tiene sus inconvenientes y sus ventajas, hay muchas opciones, normalmente el público es inteligente y descubre cuando es mejor ir a un destino en coche, barco, avión, tren o andando.
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Nos queda aún algo que tocar, el "control antidopping" a los pilotos, me gustaría recurrir a dos ideas que ya he dicho anteriormente: Cualquier inspección puede ser bienvenida mientras se respete a la persona inspeccionada y el público es inteligente (aunque no siempre lo demuestra). Sólo un ignorante podría asumir que un pasajero como él pueda ser un terrorista por el hecho de haberle hecho pasar por un control, sólo un idiota puede pensar que un piloto es un drogadicto porque se le tomen muestras. También son sometidos a un reconocimiento médico todos los años y nadie pone en duda sus capacidades.
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Y es que lo siento pero, por más que intento decirme que no, tengo la impresión de que en este caso Don Ignacio Camacho se inclina por el golpe de efecto.
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