19 abril 2009

AVENTURAS DE REQUEJO EN LA TIERRA DE ZAPATERO

SORPRESAS EVIDENTES.


No es que Requejo se sorprenda a menudo, pero gusta de sorprenderse por las anécdotas que salen a su encuentro. Aunque algunas veces se topa con ellas y tarda su tiempo en caer en la cuenta. Extrapola, hace silogismos y poco a poco, de un modo absurdo llega a conclusiones a las que debería haber llegado hace mucho tiempo. Y es que a veces necesita de insomnio o, simplemente aburrirse, para dedicarse a darle a la cabeza. Ya leyó hace tiempo que un alemán en el siglo XIX escribió sobre "un hombre que leía tanto que no tenía tiempo para pensar", y Requejo cae en la cuenta de que el ya ha perdido el tiempo hasta para leer...
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Y aunque gusta de la lectura, redescubre los paseos y se fija en los detalles nimios de paredes, escudos, personajes que se dejan y estatuas, se le escapan los significativos... hace un mes visitó el mercado que todos los sábados se monta en la Plaza Mayor. Principalmente es de frutas, verduras y algo de embutido. En los aledaños de la plaza negros, sudamericanos y gitanos venden alguna ropa, en una de las calles que acceden a la plaza se colocan anticuarios y chatarreros a vender hierros y otros cambalaches, en su mayoría viejos y sin alcanzar el calificativo de antiguos.
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Nada que señalar excepto que es algo que lleva ocurriendo desde hace 800 años, han cambiado ropas, género, protagonistas, compradores, monedas y técnicas, pero el tinglado permanece desde antes que Colón pisase las américas, o de que este continente tuviera nombre. Probablemente la verdura se manosee igual, los embutidos sean menos caseros, bragas y calzoncillos se compren y vendan con menos discreción que antes y africanos y suramericanos supongan novedades en el paisaje humano... pero heredan 8 siglos de una manera de subsistir.
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Y Requejo en una noche que no puede dormir deja que se desengrasen los engranajes de su cerebro y se pregunta si habrá mercados más antiguos; redescubre que, en todo caso, la función de una Plaza Mayor era la de servir de solar para los puestos de mercado; y recuerda que todavía se hace en los pueblos; y se remonta más atrás y rememora sus compras de monedas en el Rastro madrileño; y de nuevo se sorprende que, a fin de cuentas, no sólo en León se lleva organizando este tipo de mercado desde hace mucho tiempo, sino en aquellas ciudades que tienen Plaza Mayor, aunque su denominación no sea tal. Y que esto pasa en toda España...
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Y así se duerme como un niño... ilusionándose en que no debe permitir que los nietos que ha de tener se sorprendan a si mismos con estas disquisiciones. Y así antes de sumirse en los brazos de Orfeo, como un destello, se le ocurre que aunque vaya a ser abuelo sigue siendo una especie de niño... sonríe y se pone a roncar.
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2 comentarios:

Fernando Solera dijo...

¿Vas a ser ya abuelo, Luis Fernando? De ser así, enhorabuena. Y que disfrutes en compañía de tus seres queridos de esas plazas tan acogedoras como un buen colchón.

Domingo dijo...

Un abuelo joven y vital. Así da gusto. Enhorabuena por tu inminente "abuelidad", amigo Lufer. :)