La nueva religiosidad
La Real Academia Española de la Lengua nos da cuatro acepciones de religión:
- Virtud que mueve a dar a Dios el culto debido.
- Profesión y observancia de la doctrina religiosa..
- Obligación de conciencia, cumplimiento de un deber (La religión del juramento).
- Orden (Instituto religioso).
También la Real Academia Española de la Lengua nos da tres acepciones para religiosidad:.
- Práctica y esmero en cumplir las obligaciones religiosas.
- Puntualidad, exactitud en hacer, observar o cumplir algo.
Entre la ingente obra de un judío alemán que vivía en Londres hay una frase que dice “la religión es el opio del pueblo”, una de esas frases que han hecho que la Iglesia sea desterrada de nuestras observancias sociales. Todo parece que el cristianismo sea la causa de nuestros pesares. Un cristiano será contemplado con más perjuicios que un budista, un judío o un musulman y, si es católico, todavía con un añadido desprecio.
Me atrevería a decir que la religión es una droga (el opio) con la que el pueblo se siente adormecido, Pero al pueblo se le pueden dar otras drogas diferentes que tengan el mismo efecto que la religión. Ayer al ver las noticias de mitines electorales y declaraciones de políticos, al leer hoy las referencias a ellas en las noticias no pude evitar comparar que hemos cambiado el sermón dominical por la perorata política del fin de semana. Si bien el cura nos da instrucciones para ganarnos el cielo y escapar de las llamas del infierno, el político de turno nos promete el paraíso en la tierra y nos previene de los sufrimientos del infierno que nos traen los otros políticos. Más o menos las mismas prevenciones que nos hacen los curas en el caso de que podamos seguir a los herejes..
Y no puedo evitar estar convencido de que un partido, el que sea, sigue un conjunto de creencias y dogmas que lo relacionan con una especie de divinidad, que pueden ser lo público, lo liberal, lo colectivo, el ecologismo, el feminismo o la patria por la que la militancia siente veneración, e incluso temor a ser considerados como no seguidores de estos principios que les marcan unas normas morales que quieren imponer en una sociedad. Crean sus propios ritos (cánticos, saludos, puños cerrados, palmas abiertas, colores, banderas, logos y consignas)... los elementos de una religión.
También constatamos la veneración que provocan los líderes políticos, hemos podido ver a personas extasiadas mientras el político venerado suelta su discurso. Contemplamos en cada pleno del Congreso aplausos absurdos cuando los apóstoles de cada partido se preguntan y responden. Vemos como los ciudadanos se creen y transmiten las consignas del líder político de turno como si fuese una oración.
A cambio de nada, con la promesa del paraíso en la tierra o de evitar los males que traerían los otros , el partido de turno pide la profesión y observancia de sus principios, aunque sus dirigentes no siempre los practiquen, haciendo que sus acólitos se sientan obligados a cumplir con los mandamientos y llamamientos de su líder.
Por último nada hay más parecido a una orden religiosa que un partido político. Si la religión es el opio del pueblo, la política es su cocaína, su crack y su éxtasis.
Lo que los partidos piden o exigen a sus seguidores es algo muy parecido a la religiosidad que viene a ser el seguidismo de la religión como institución pero no de las ideas y principios de esa religión. Si la religión pide espiritualidad, la institución religiosa pide religiosidad a su militancia. Y es esta religiosidad de los militantes que en el caso político es un seguidismo ciego la que provoca que cada partido tenga un número de votos fijo, pase lo que pase.
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