CRONICAS DEL CORONAVIRUS (II)
Empleamos una mirada exigente.
Mientras no alcancemos el éxito- superar la pandemia y superar la parálisis
económica – estamos instalados en el fracaso. Y siempre la pérdida de vidas
oscurecerá este tiempo. Pero no por eso debemos dedicar nuestros esfuerzos a
endosar la responsabilidad a otros, ese viejo expediente de buscar un culpable,
siempre ajeno. Ese truco balsámico, pero poco certero. E inútil para alcanzar
metas.
Xavier Vidal Folch.
El COVID-19 ha dejado patente la vulnerabilidad de nuestra
sociedad, si recurrimos al léxico militar, aunque a algunos no le guste, hemos
sufrido el equivalente a un ataque biológico secuencial, empezando por China,
extendiéndose por Asia, atravesando el mundo hasta llegar a América pasando por
Europa, Rusia y África en un trimestre. A la mayoría este ataque les ha cogido
por sorpresa, aunque hayan podido tener algún tiempo para prepararse.
Hemos intentado buscar culpables, tarea inútil. El único
culpable de esta pandemia es un virus, el recurso fácil es pagarla con la
explicación más simple o la conspiración más rocambolesca, desde una sopa de
murciélago, la celebración de una manifestación, soldados americanos
esparciendo el virus en China o laboratorios chinos desarrollando este virus.
Indudablemente, aunque no haya culpables, hay muchas responsabilidades.
En España tuvimos un aviso, la cancelación del Mobile World
Congress, aunque ahora parezca justificada, en su momento trajo controversia
tanto social como política. No sabemos, y probablemente nunca podremos saber,
cómo influyó esta cancelación en el número de casos habidos en Barcelona y en
la evolución de la enfermedad en esta ciudad. Si se celebró la FITUR en Madrid,
tampoco sabremos cómo ha influido en los casos habidos en esta ciudad y nunca
podremos determinar cuántos habría habido si no se hubiese celebrado. Lo que si
puede ser cierto es que la celebración de la feria y la cancelación del
congreso han influido, de acuerdo con lo publicado en elpais.com el 23 de
abril, el coronavirus entró en España en febrero y por 15 vías distintas. Ya
dentro de la pandemia, el 8 de marzo, se celebró una manifestación
multitudinaria y feminista con eco en otras ciudades, está claro que muchas de
las mujeres que participaron en ellas pudieron llegar a casa borrachas, pero no
solas, sino acompañadas por un virus. Ese mismo día se celebró un congreso de
VOX en la plaza de toros de Vistalegre en la que se reunieron 9000 personas (un
¿éxito? De convocatoria). También miles de personas asistieron a los estadios
para ver jugar a sus equipos. Tampoco sabemos cuántos miles de personas
visitaron bares, restaurantes y locales de ocio y copas ese fin de semana.
También es verdad que esa misma semana se publicó y anunció en los medios de
comunicación que las autoridades sanItarias europeas y la OMS consideraban que
no era adecuado celebrar esas manifestaciones. También sabemos de las dudas que
se planteaban para disputar los partidos de fútbol a puerta cerrada. ¿Hay responsables?
Por supuesto que hay responsables, pero no solo uno,
deberíamos considerar que ha habido una cadena de responsabilidades en la que
bastaba un eslabón para romperla. El primer eslabón de la cadena es el Gobierno
por haber permitido, incluso animado, participar en cualquiera de estos actos,
por supuesto, pero también es cierto que el Ejecutivo no estaba presionado para
cancelar ninguno de ellos, de hecho habría sido muy criticado si hubiese
cancelado cualquier evento. Indudablemente tiene su responsabilidad, y debería
dar explicaciones y no delegarla los expertos (“nosotros hicimos lo que nos
dijeron los expertos”). Los expertos establecen un escenario para facilitar la
toma de decisiones, si tienen que explicar algo es porqué se equivocaron en el
diseño de este escenario, si es que lo hicieron, y hasta ahí llega su
responsabilidad, el Gobierno deberá explicar más detalladamente su decisión.
El segundo eslabón lo forman los diferentes organizadores de
los eventos, la Comunidad de Madrid, su Ayuntamiento y su Cámara de Comercio
pudieron cancelar la FITUR o posponerla, como hicieron los organizadores del
Mobile World Congress pese a las presiones del Gobierno, la Generalitat y el
Ayuntamiento de Barcelona. También las delegaciones asistentes pudieron renunciar
a participar. La dirección de VOX pudo también posponer su congreso o
cancelarlo, pero prefirió celebrarlo (quizás como desafío a la manifestación).
Las directivas de los clubes pudieron hacer que se disputasen los partidos a
puerta cerrada, pero optaron por las multitudes. Los propietarios de bares y
locales pudieron cerrarlos o limitar su aforo, pero tomaron otra decisión.
Todos ellos tienen su cuota de responsabilidad, no sirve decir que no sabían
nada y que nadie les indicó que debían cerrar su negocio, ninguno tenía la
obligación de mantener abierto, o celebrar partidos y congresos.
Y hay un tercer eslabón, el formado por las personas, nadie
estaba obligado a asistir, todos tuvimos la oportunidad y acceso a la
información para tomar nuestra decisión. En todo caso la asistencia a ferias,
congresos, manifestaciones, partidos y juergas fue un acto voluntario, fruto de
una decisión de la que cada uno es responsable. Después de todo, las decisiones
que toma cada uno son la base de su libertad individual.
El pretender hacer al Gobierno responsable exclusivo, delata
la intención de hacer que el Estado asuma un papel tutelar sobre nuestra vida
negándonos el ejercicio de nuestro propio albedrío. En resumen, debemos exigir
muchas responsabilidades, empezando por nosotros mismos, y admitir que podemos
ser parte del error.
En este ambiente, pensamos que estamos haciendo frente a una
crisis sanitaria y que ésta implicará una crisis económica. Es quedarse corto,
en realidad estamos haciendo frente a una crisis del sistema en la que
diferentes ideologías quieren tomar o reafirmar posiciones. Antiglobalización
contra globalización, república contra monarquía, ricos contra pobres,
nacionalización contra privatización y un largo etcétera que podemos resumir en
un enfrentamiento entre los que quieren liderar los cambios a los que tendremos
que hacer frente, eso que han dado por llamar “la nueva normalidad”. Pero todos
tienen el denominador común de tener una visión simplista y generalizada de la
sociedad. A la hora de razonar, que pocas veces llega, generalmente se han
justificado las ideas en condicional (si hubiésemos sido república…, si no
hubiera habido recortes…, si fuésemos independientes…, si Pedro Sánchez no
fuese presidente del Gobierno…, si no hubiese habido manifestación) que no dan,
por sí, ningún rigor a la opinión limitándose a ser propaganda. El caso es que
nos estamos moviendo entre la crítica más exacerbada y la autocomplacencia, sin
permanecer en un punto medio que nos dé una perspectiva que permita contemplar
la situación sin deformarla.
Nos han dicho que el virus no hace excepciones y que nos
iguala a todos. Además han declarado día tras día, como un mantra y desde todas
las tribunas y medios posibles que “nadie se va a quedar atrás”, pero a la
fecha que se escribe ya se han quedado por el camino más de 27.000 personas. El
23 de abril el vicepresidente del Gobierno en rueda de prensa ha declamado que
el virus no pregunta por ideologías y que no hace diferencias, pero los humanos
preguntamos por la edad para establecer criterios de tratamiento en las
unidades de cuidado intensivo. De una forma u otra tenemos que hacer
diferencias.
Y es verdad que en esta súbita igualdad se han permitido
excepciones, o se han pretendido establecer. Cada uno se ha fijado en su mundo,
los deportistas han dicho que su trabajo es el deporte y, por tanto, podrían no
estar sujetos al confinamiento, afortunadamente esta iniciativa no prosperó.
También los diabéticos necesitaban caminar, como los autistas, y en vez de
comprensión encontraron insultos y reproches desde las ventanas de sus vecinos,
hasta el punto de llegar a haber una iniciativa de portar un brazalete azul
para distinguirlos, algo tan necesario como como llevar una estrella de David bordada en la Alemania nazi. Un triste ejemplo de que también sale lo peor.
Cuando la gente de la cultura ha visto que sus subvenciones podrían verse
perjudicadas, cuando el ministro de cultura declaró que las ayudas tendrían que
llegar cuando terminase la crisis, amenazaron con un silencio digital. Parece
que la solidaridad de algunos artistas era un tanto interesada. Como
deportistas y artistas, animalistas, ambientalistas y feministas han seguido a
lo suyo.
Dentro de los privilegios también ha salido a relucir cierta
hipocresía, muchos de los que han defendido vehementemente la sanidad pública y
denostado a la privada han optado por tratarse en esta última. Es el caso de la
ministra Carmen Calvo que fue ingresada en la clínica Ruber, se explicó que los
funcionarios tienen un convenio, deberemos entender que este convenio
beneficiará a unos funcionarios determinados, desde luego a todos no. En todo
caso, no es una escenificación muy coherente con las ideas que se defienden.
Hay quien se ha escapado de la dictadura de los balcones y
se ha ido a dar una vuelta fuera de su casa, con cualquier excusa (trabajo en
Madrid, pero mi domicilio familiar está en Galicia) o sin ella. Muchos que
ocupan, han ocupado o piensan ocupar un cargo en el que tienen dar ejemplo han
faltado a este deber.
No podemos olvidar que asistimos a una crisis del sistema,
la sanidad ha estado a punto de colapsar, el sistema económico tiene que
recuperarse, en lo laboral ha aumentado el número de parados y habrá que
financiar todas las subvenciones y pagas que se anuncian, lo cual obligará a
modificar deuda e impuestos. ¿Y todo esto porqué?
El primer motivo es un mal endémico español, no ha habido un
planeamiento nacional, se puede asegurar que en décadas no se ha contemplado
cómo reaccionar ante una pandemia coordinadamente entre todas las instituciones
nacionales y autonómicas. Podrían existir protocolos, pero aislados. La
coordinación se ha tenido que hacer precipitadamente, ha sido improvisada, con
desacuerdos y pocas referencias, que es lo que da el planeamiento. Y es que en España
lleva tiempo siendo imposible planear a largo plazo o establecer una política
nacional articulada debido a una manifiesta incapacidad para acordar, podemos
comprobar que repercute en la sociedad. Se discute, se levanta la polémica, se
toman posiciones inamovibles, la opinión prevalece sobre los objetivos a lograr
y cuando llega el momento de actuar estamos inmersos en los desacuerdos y,
cuando hace falta unidad, hay una multitud descoordinada afeándose actuaciones
y diciendo lo que hay que hacer.
Nuestra sociedad, que ha sabido mantenerse unida en el
confinamiento, se va crispando. Pese a las buenas intenciones mostradas al
comienzo de esta especie de arresto; la industria textil se puso a hacer
mascarillas (al menos así lo anunció el gobierno), talleres textiles se
pusieron a hacer mascarillas de forma voluntaria (así se mostró en televisión);
laboratorios de investigación se lanzaron a hacer respiradores. Otras
industrias especializadas empezaron a hacer EPIs y otras test. Un mes más tarde
sigue habiendo carencias, el proceso de homologación es un cuello de botella
para todo el esfuerzo que se está haciendo. Tiene que haber responsables que
sean capaces de explicarlo.
En la última semana de abril los parados están esperando una
paga que llegará tarde, de nuevo hay un cuello de botella en la revisión de
documentaciones. La burocracia no ha sido afectada por el virus, en vez de
flexibilizarse o agilizarse, se ha vuelto más lenta si cabe. De esto tiene que
haber responsables.
Por otra parte estamos pidiendo menos restricciones al
confinamiento, aun cuando no se dan las garantías para que se pueda iniciar la
desescalada. Y anuncian que ésta va comenzar antes de que se haga el estudio de
seroprevalencia, que llevan dos semanas anunciando y retrasando.
Han salido por fin lo niños a la calle y, desde los balcones
y las ventanas, resulta fácil ver con a los niños con más acompañantes de los
que debería, en los patios y espacios abiertos jugando al fútbol sin mantener
una distancia, se trata de un deporte de contacto, y algunos padres se ausentan
para charlar entre ellos, asumiendo una separación que se antoja muy lejana. Otra madre juega
con su niña en los columpios, es comprensible el deseo irrefrenable de la niña,
es difícil entender que la madre sea incapaz de frenarlo. Estas imágenes
también se han repetido en la televisión. ¿Es posible que haya un repunte de la
enfermedad?¿A quién se pedirá responsabilidades?
Cuando por fin se ha podido salir a dar un paseo o a hacer
deporte, como es lógico, la gente ha ido donde le gusta ir a pasear o a correr.
Lugares específicos para ello. Dentro de esta lógica, en los mejores lugares se
han concentrado deportistas y viandantes. Y allí se han encontrado algunos
deportistas en grupo, algunos ciclistas en pelotón y algunos peatones en
corrillos. Donde todo el mundo va a lo largo del día, han tenido un total de
siete horas, teniendo en cuenta que hay franjas horarias en que la presencia es
testimonial, hay concentraciones, aunque unos intentan mantener las distancias,
a otros les da lo mismo. En realidad
somos muy predecibles y difíciles de controlar. En fin que además de con el
COVID-19 tenemos que convivir con irresponsables dispuestos a culpar y
considerarse víctimas.
Cada uno es responsable de sus decisiones, lo cual implica
que nosotros, cada persona, tiene una responsabilidad individual.
Algunos artículos relacionados con este tema:
“Del
fracaso y del éxito”, 30 de marzo de 2020, elpais.com. Xavier Vidal Folch.
Artículo donde se toma el encabezamiento de este artículo, una reflexión
conceptual de lo que son los objetivos.
“Pan
y wifi”, 2 de abril de 2020, elpais.com. Luz Sánchez- Mellado. Sobre la
gestión y la crítica de la misma. En mi opinión la izquierda progubernamental
tiende a ejercer una especie de censura basada en lo políticamente correcto.
“La
otra pandemia”, 4 de abril de 2020, elpais.com. Julio Llamazares. Una
crítica a los que critican, pero un tanto falaz. Nadie se ha quejado de las
medidas sanitarias que ha tomado el Gobierno, excepto el ruin Torra. Pero si se
han quejado en algunos casos, con razón, de gestiones, actitudes y
declaraciones. Efectivamente, no somos un país de expertos pero, en ocasiones,
cuando distinguimos propaganda y maniqueos o no hay una respuesta a nuestras
dudas, nos queda el derecho de protestar.
“El
gobierno y los expertos”, 6 de abril de 2020, elpais.com. Juan Luis Cebrián.
El autor nos dice que la actual crisis ha puesto en evidencia al actual
sistema.
“Los
límites del capitalismo de vigilancia”, 8 de abril de 2020, el país.com. Andrés
Ortega, José Balsa Barreiro, Manuel Cebrián. Sobre el fracaso de la
tecnología y de las redes sociales en la prevención y control de la crisis.
“La
ciencia española no ha funcionado bien”, 15 de abril de 2020, elpais.com.
Javier Sampedro. Breve artículo en el que se denuncia que no ha habido una
buena conexión entre los científicos (expertos) y los políticos (aunque creo
que ellos no tienen buena conexión con nadie).
“Cómo
es la gente”, 19 de abril de 2020, elpais.com. Elvira Lindo. Un delicioso
artículo en tintes positivos que considera que la gente está a la altura y que
los políticos, además de no estar a la altura, la subestiman.
“Lo
nuestro”, 20 de abril de 2020, elpais.com. Almudena Grandes. Breve artículo
sobre la solidaridad y la hipocresía, hay una alusión a los artistas-famosos
“Padres,
disuélvanse”, 27 de abril de 2020, elpais.com. Íñigo Domínguez. Artículo en
el que el autor explica que se saltó las normas, que no es tan importante
respetarlas, y que es más grave que un
agente te recuerde que tienes que respetarlas. Según él sus hijos aprendieron
tres cosas, pero después de leerlo creo que aprendieron una cuarta: su padre es
todavía más tonto.
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