05 septiembre 2018

¿CUESTIÓN DE DIGNIDAD?


Trabajos para rehabilitar la estatua La Piedad, del Valle de los Caídos. en 2010
Imagen copiada de https://www.eldiario.es/sociedad/verdades-desconocidas-Valle-Caidos_0_631687105.html

Me dice Don Pedro Sánchez que desenterrar a un muerto va a devolver la dignidad a la democracia española. Ojala fuese así y exhumando a Franco se borrasen las manchas acumuladas por nuestro estado a lo largo de los últimos cuarenta años.

Me refiero a muchas indignidades cometidas, y muchas de ellas en forma continua, por los gobiernos cuyo jefe del estado no era Francisco Franco. Podemos comenzar por la traición cometida contra el pueblo saharaui, podemos seguir por la corrupción que se ha ido enquistando en nuestras instituciones o por la traición, en forma de espantada, a nuestros aliados en Irak. Podemos recordar las indignidades y vergüenzas a las que se han sometido nuestros representantes a lo largo de estos últimos cuarenta años, no puedo olvidar a un presidente Zapatero leyendo una hoja en blanco sentado aparte de una reunión de todos los ministros de la OTAN, tampoco puedo olvidar a un bocazas Hugo Chávez voceando mientras el presidente Zapatero daba su discurso, es difícil obviar los pitidos al rey y al himno de España (símbolos de nuestro país) por parte de descerebrados radicales. En todas estas ocasiones me ha dado vergüenza - por lo herida que siento a España en su dignidad - ser español. La omisión y dejadez de las autoridades españolas no hace más que aumentar esta vergüenza.

Pero Don Pedro Sánchez me da a entender que desenterrando a un muerto, prohibiendo reconocer cualquier rasgo positivo del mismo y eliminando su recuerdo vamos a recuperar la dignidad. Al día siguiente de la exhumación España retomará su compromiso con el Sáhara, la corrupción pasará a ser un mal recuerdo y España será un aliado fiable a todos los niveles. Ya puestos podremos considerar que, gracias a desenterrar a alguien que lleva cuarenta y tres años fallecido, tendremos representantes dignos y ciudadanos respetuosos con otros ciudadanos. Pero me temo que, debido a la exhumación, el paro no va a ser menor, ni la deuda se va a reducir, ni siquiera la justicia va a ser más rápida, ni los independentistas más españoles, ni nuestros gobernantes serán más acertados. No va a haber ningún milagro tras la exhumación, probablemente las cosas van a seguir igual. Puede que el ego de algunos les invite a declararse paladines de la libertad, algo que en España resulta muy fácil, y que sus corifeos les jaleen sin más resultado que reafirmarlos en su ego.

Es posible que un día la democracia española madure y asuma que su dignidad no depende de sus muertos ni del su pasado. Sino de los que la dirigen y de su presente, de la conducta de sus ciudadanos y del respeto que se tengan a sí mismos. Si eliminando el recuerdo de Franco se consiguiese algo positivo, no dudo que también sería muy beneficioso eliminar el recuerdo de Fernando VII, de Zapatero, de Jordi Pujol, del Cojo Manteca y otros individuos de la misma calaña, de olvidar a toda la canalla histórica… pero no va a ser posible.

En nuestras calles ya no hay sitio para Pedro Muñoz Seca, autor de la “Venganza de don Mendo” o para el Almirante Cervera, defensor del honor cuando ya no se podía defender otra cosa. Pero si hay sitio para Pepe Rubianes o Miguel Hernández, que no dudo que lo merezcan, demostrando así que en las calles sólo hay sitio para los amigos de ciertos gobernantes.
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En fin, que la dignidad de un estado resulta muy compleja y viene definida por muchos factores, no solo por desenterrar a un cadáver, ya indefenso (ahora si son valientes), de cuarenta y tres años.

Se puede recurrir a miles de justificaciones, siempre discutibles, para exhumar a Franco. Pero irse a centrar justo en la de la dignidad es estúpido, y permítanme decirlo, cuando la esgrime alguien que no ha demostrado hacer valer la dignidad y honor de su nación, ni la de sus oponentes, no resulte creíble.

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