10 enero 2016

REFUGIADOS

La verdad es que es un término que no me gusta, cuando hablamos de refugiados me da la impresión de que utilizamos un eufemismo para referirnos a una clase de emigrantes, los que huyen de la guerra, ello parece darles un nivel diferente de aquellos emigrantes que huyen de la pobreza, aunque tampoco llega a equipararlos con aquellos que pueden sufrir una persecución por su ideología. En fin, y dicho de otra forma, lo que antes eran desplazados, ahora son refugiados. ¿Dónde está la diferencia?

Desde mi limitado punto de vista está en el compromiso que se adquiere frente a unos u otros, con los desplazados un estado se ofrece a confinarlos en un espacio y mantenerlos y controlados, cuenta con la ayuda de organizaciones y sólo hay que esperar a que pase una crisis, que en ocasiones es perenne, así tenemos los campos de refugiados palestinos en Líbano o los campamentos de desplazados en África. Con los refugiados el compromiso del estado es limitarse a dejarlos entrar en sus fronteras, intentar controlarlos y dejarles que se ganen la vida, como puedan.

Se supone que los gobiernos representan a la sociedad que los ha elegido, por lo que hay que pensar que cuando Europa mantiene una actitud frente a los refugiados, representa a la posición de todos los europeos frente a una avalancha de necesitados; de la misma forma, debemos suponer que la posición de un estado de la Unión Europea es fiel reflejo de la opinión de sus habitantes frente a esta circunstancia. Debemos plantearnos si estas suposiciones son reales o no. Es relativamente fácil exigir al estado o a las instituciones del mismo que adquieran un compromiso, pero no nos planteamos hasta qué punto estamos dispuestos a apoyarlo.

Se queja elpais.com en su editorial del "Fracaso con los refugiados", refiriéndose a la Unión Europea, debemos admitir que es cierto todo cuanto dice, pero hay muchas cosas que plantarse, entre todas ellas la postura de los ciudadanos ante esta avalancha. No sé si sería de mucha utilidad una encuesta del Instituto Nacional de Estadística sobre la posición que adoptaríamos los españoles, me da la impresión de que todos estaríamos dispuestos a a acoger a los refugiados y consentir que disfrutasen de las mismas prestaciones y servicios que nosotros; aunque, eso sí, sin que nos afectara en nuestra vida. Y es que creo que al estado le estamos exigiendo, como está haciendo elpais.com, algo que no seríamos capaces de aplicarnos a nosotros mismos.

Intentaré extrapolarlo. No he visto que El País ofrezca sus instalaciones con calefacción a indigentes que tienen que dormir en los cajeros de los bandos. No me consta que ningún ciudadano pueda entrar libremente a la redacción y que ningún empleado de la redacción esté dispuesto a compartir sueldo o puesto de trabajo con un refugiado o con un parado. Es que hay veces que la movilización se provoca con el ejemplo. 

Si he visto que periodistas, instituciones y políticos apelan a la solidaridad del estado, de la Unión Europea o del pueblo español, pero no les veo aportar su parte de solidaridad. Es como exigir a una comunidad de vecinos que acoja a refugiados sin saber si hay alguna vivienda libre y pretendiendo que esta acogida no suponga un incremento en los gastos de comunidad. Y es que no puedo pretender que los demás sean solidarios sin serlo yo. Ni el estado, ni el ayuntamiento, ni la Unión Europea pueden ser solidarios si yo no lo soy. Si, en definitiva, no aporto un plus de solidaridad rascándome más el bolsillo y aumentando mi capacidad de sacrificio. Debo admitir que las listas de espera aumentarán y que deberé pagar de alguna manera el esfuerzo que se haga en incrementar ciertos servicios.

Ahora debemos preguntarnos hasta qué punto nos afecta y hasta dónde estamos dispuestos a llegar, pero no colectivamente, sino individualmente.

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