01 noviembre 2010

GUZMÁN EL BUENO

He leído muchas veces a lo largo de mi vida el gesto de Guzmán el Bueno, ese de lanzar a los sarracenos su cuchillo para que con él sacrificasen a su hijo y así no entregar la fortaleza de Tarifa.
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Creo que por primera vez me lo leyeron en el libro de lectura escolar de un curso al que denominábamos "ingreso" y la consecuencia era que el honor estaba por encima de todo, nada tan justificable como el de salvar la vida de un hijo podría borrar la mancha adquirida sobre nuestro nombre y nuestra familia.
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Pasados unos años volví a leer este hecho en el contexto de los preparativos de la Batalla del Salado, la consecuencia era que el bueno de Guzmán había antepuesto del deber, no entregar la fortaleza de Tarifa había sido decisivo para que el rey Alfonso XI derrotase a los Benimerines en el río Salado.
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La última vez que lo leí, se analizaba en un contexto político en que se acusaba al padre de falta de respeto por la vida de su hijo y que honor, deber y la plaza de Tarifa eran "pecata minuta" si se podía salvar la vida del niño.
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También lo ví en forma de "sketch" de "Tres en Raya" algo que me hizo gracia, pero que desnudaba de toda moral al gesto del bueno de Don Guzmán.
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Sinceramente esto no ha venido sino a que me la lectura de los periódicos me ha hecho pensar acerca de como ha evolucionado nuestra moral y cómo los hechos van perdiendo su valor ejemplarizante, pero no me quiero calentar la cabeza si esto es para bien o para mal.
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La verdad es que Don Guzmán el Bueno dejó muy claro que él no trataba con terroristas en un mundo de claro oscuros en que había que decidir entre blanco y negro. Hoy vivimos en un mundo de colores que intenta conjugar la guerra al terrorismo con la alianza de civilizaciones y el cual todo es justificable, simplemente no hay épica.
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2 comentarios:

María dijo...

Hola, Luferura:

Cuánto me alegra volver a leerte, llevabas mucho tiempo si escribir, espero que todo te vaya bien.

Gracias por pasarte por mi blog.

Un beso.

Domingo dijo...

El mundo de hoy está anoréxico de valores. Predomina el contravalor, el a ver cómo puedo jugársela al de al lado, el a ver cómo me puedo salir con la mía, el a ver cómo se la pego con queso al de enfrente y así seguido.