España contra España.Libro de Pío Moa.
Píos Moa, 2012.
Editor digital:Titivillus
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Acabo de terminar este libro, lo recomiendo pese a lo tendencioso que pueda resultar el autor. Con cualquier obra de Pío Moa sabemos con qué perspectiva se va a observar y hacia donde van a ir las críticas. También aporta la suficiente base documental en la que basarse, no suele hacer afirmaciones gratuitas aunque si interesadas.
Me ha parecido una forma muy original de contar la historia de España, “al revés”, del presente hasta los romanos e identificando a los largo de nuestra historia dos Españas frente a frente. Quizás en el capítulo que dedica al Siglo de Oro la España que se enfrenta a esa España sea la actual. Desde luego en lo que se refiere a la actualidad contempla un enfrentamiento entre el progresismo y el conservadurismo que deriva de un enfrentamiento entre dos partidos. No salen muy bien parados los partidos, y el PSOE no resulta muy bien tratado. La II República se representanta como un intento fallido que nunca llegó a ser una democracia. El siglo XIX como un enfrentamiento constante durante un periodo que se inicia con la pérdida de nuestra presencia en el continente americano y finaliza con la pérdida de nuestras últimas posesiones. Analiza nuestro siglo de la Ilustración, que considera discreto como una evolución natural del decaimiento del Siglo de Oro, que parece imposible de repetirse,. Es original la visión de la Reconquista en que el enfrentamiento es entre España y Al-Andalus, en el que explica las diferencias entre uno y otro concepto. También dedica un espacio a la España visigoda y da mucha importancia a la España romana ya que, según el autor, fue la presencia romana la que formó el concepto de lo que hoy conocemos España. También dedica un capítulo a nuestras relaciones con Iberoamérica y a nuestra actual presencia en Europa.
Puede gustar o no su lectura, se pueden compartir sus puntos de vista o no pero siempre es interesante teniendo en cuenta que se debe reflexionar qué hay de cierto o no en lo que dice y rebatirlo . En definitiva, invita a la investigación
Les dejo a continuación algunos párrafos:
El sentimiento autodenigratorio existe desde hace siglos, pero solo en el XX ha adquirido una fuerza capaz de condicionar profundamente la historia política. Su penúltima consecuencia trágica ha sido la crisis de la II República. Al terminar 1935, el periódico El Sol denunciaba la situación a que se había llegado al terminar el cuarto año de aquel régimen: «Los españoles vamos camino de que nada nos sea común, ni la idea de patria, ni el régimen ni las inquietudes de fuera y de dentro y mucho menos los postulados de convivencia nacional». El diagnóstico era exacto, y la guerra civil fue su amargo fruto. Hoy nos encontramos en una situación no del todo disímil, y el resultado solo puede ser una creciente inestabilidad e inseguridad en el futuro, una dispersión de energías y la dificultad para hacer frente a los retos y a los intereses de otros países. Suena muy improbable una nueva guerra civil, pero no otros muchos fenómenos que ninguna persona sensata consideraría deseables.
Y fue esta base la que permitió configurar, en el último tercio del siglo VI después de Cristo, el primer estado, es decir, la nación española. Fue una creación de los visigodos y de las autoridades hispanorromanas, pero no un estado germánico, sino esencialmente latino y con ambición definida de incluir en él a toda Hispania. De algo antes suele datarse la nación francesa, pero tiene interés señalar la dinámica contraria de esta y de la española: en Francia los impulsos dispersivos prevalecieron largo tiempo, con constantes divisiones y guerras entre reinos, mientras que la dinámica española fue la contraria, de una tenaz y en general exitosa unificación
El ataque motivó las célebres frases de Menéndez Pelayo, el ensayista más destacado de la época: «Presenciamos el lento suicidio de un pueblo que, engañado mil veces por gárrulos sofistas, […] emplea en destrozarse las últimas fuerzas que le restan y corriendo tras vanos trampantojos de una falsa y postiza cultura, en vez de cultivar su propio espíritu […] hace espantable liquidación de su pasado, escarnece a cada momento las sombras de sus progenitores, huye de todo contacto con su pensamiento, reniega de cuanto en la Historia los hizo grandes, arroja a los cuatro vientos su riqueza artística y contempla con ojos estúpidos la destrucción de la única España que el mundo conoce, de la única cuyo recuerdo tiene virtud bastante para retardar nuestra agonía. […] Un pueblo viejo no puede renunciar a su cultura intelectual sin extinguir la parte más noble de su vida y caer en una segunda infancia muy próxima a la imbecilidad senil»
.Una causa la exponía el 13 de septiembre de 1923 La Voz de Guipúzcoa ante la virulenta agitación del PNV: «¿Qué otra cosa sino sonreír puede hacerse ante quienes se proclaman víctimas de la tiranía de un Estado que les consiente vejar el nombre de la patria o subvertir sus más fundamentales instituciones? Pensamos en los payeses y en los caseros, en los hombres del agro y del taller a quienes se capta con apóstrofes, con sentimentalismos, con imprecaciones, con todo menos con argumentos. Y en este aspecto nos parece reprobable la pasividad gubernamental ante los energúmenos que dan mueras a España».
(*) Tampoco creo que esta afirmación sea aplicable a los partidos políticos, el hecho de votar a un partido cada cierto tiempo no garantiza una democracia si ello significa elegir a un tirano. Según lo expuesto Hitler tenía más legitimidad que Churchill (Anotación mía en el libro)
La democracia, etimológicamente «poder del pueblo», expresaría el interés general frente al poder de uno (monarquía) o el de unos pocos supuestamente los mejores (aristocracia, más propiamente oligarquía), que defenderían intereses particulares. Se trata de un equívoco, pues el pueblo no puede ejercer un poder que quedaría sin objeto: por su propia naturaleza, el poder se ejerce sobre el pueblo, sobre la sociedad, y es casi siempre simultáneamente monárquico (un líder máximo: rey, emperador, presidente, secretario general…), oligárquico (por la capa de personajes que secunda al líder y organiza el estado) y democrático (no será estable sin la aquiescencia mayoritaria, aunque sea pasiva, de la población). Esto ocurre también en una democracia, con la diferencia de que en ella el pueblo elige a quienes han de gobernar. El gobierno, así, representaría al pueblo. Pero el problema es más complejo, porque el pueblo no es un todo unánime, incluye fuerzas distintas y contrarias. El equívoco significado del «poder del pueblo» ha originado una versión totalitaria de la democracia, salida, como la versión liberal, del mismo tronco de la Ilustración del siglo XVIII.
La Constitución resultante recuerda el dicho de que un camello es un caballo diseñado por una comisión. Organizó un «estado de las autonomías» que afirmaba la integridad de España, pero abría la puerta a un vaciamiento progresivo del estado; no establecía claramente la independencia judicial; afirmaba derechos como el del trabajo bien remunerado o una casa digna, que volvía inconstitucionales a todos los gobiernos (el paro masivo ha sido una constante desde entonces). Como se ha señalado, «nada destruye más el respeto por la ley que la aprobación de normas inaplicables». En la práctica unificaba antidemocráticamente todos los poderes al arbitrio del partido ganador o del acuerdo interesado entre los partidos mayores. Y esas taras no llegarían a corregirse desde entonces. Pese a las campañas a su favor, el referéndum constitucional de 1978 recibió mucho menos respaldo popular que la reforma de 1976.
El balance de la democracia presente en España dista de ser brillante. Ha derivado en partitocracia que anula la división de poderes y aumenta la corrupción, en dependencia excesiva del exterior, graves tensiones disgregadoras y una dañina involución.
Un modo de contrastar una época de auge con una de decadencia es el número de personalidades de gran relieve que produce en el arte, la ciencia, la política, el pensamiento o la milicia. La impresión que deja aquella época española es de personajes mediocres (con la excepción relativa de los citados pensadores tradicionalistas), no infrecuentemente disparatados, inclinados a sustituir el análisis por la retórica y a una violencia gratuita, sobre todo en política. (Se refiere al siglo XIX).
Bolívar difundió un odio desenfrenado como seña de identidad rebelde. Acusaba a España, «nación inhumana y decrépita», de «aniquilar al Nuevo Mundo y hacer desaparecer a sus habitantes, para que no quede ningún vestigio de civilización y Europa solo encuentre aquí un desierto». «La tiranía más cruel jamás infligida a la humanidad» había «convertido la región más hermosa del mundo en un vasto y odioso imperio de crueldad y saqueo». Cualquier observador podía desmentirle citando universidades, escuelas, ciudades como Méjico, comparables a las mejores de Europa, el floreciente comercio y una riqueza entonces superior a la de la Usa, como había constatado el escritor alemán Humboldt. A fin de crear hechos irreversibles, Bolívar llamó a «destruir en Venezuela la raza maldita de los españoles. Ni uno solo debe quedar vivo» (él mismo era de origen español) y declaró una guerra de exterminio, con asesinatos y acuchillamientos masivos. Uno de los suyos se complacía en «matar a todos los godos (españoles)». Otro, nacido en España, declaró: «La raza maldita de los españoles debe desaparecer. Después de matarlos a todos, me degollaría yo mismo, para no dejar vestigio de esa raza». El odio tuvo manifestaciones grotescas. José Joaquín Olmedo, el Homero americano, calificaba a los españoles (a sí mismo y a sus compañeros, en definitiva) de «estúpidos, viciosos, feroces y por fin supersticiosos». Entre tan extrema violencia, todo tenía un impagable aire de farsa.
Los artífices de tales hechos fueron sobre todo los tercios,(...) Los retrasos no solo llegaban a reducir a las tropas a una precariedad extrema, sino que constituían una ofensa a su autoestima, pues la soldada los definía como hombres de honor y no como bandoleros.
El escritor y militar francés Brantôme exponía una impresión sin duda más extendida: «Son ellos quienes en los últimos cien o ciento veinte años han conquistado, por su valor y virtud, las Indias Occidentales y las Orientales, que forman todo un mundo […] nos han combatido, batido y rebatido en el reino de Nápoles […] y otro tanto han hecho en Milán y, no contentos, pasaron a Flandes y vinieron a Francia, donde nos han tomado ciudades y ganado batallas. Han triunfado sobre los alemanes en la guerra de Alemania, cosa no oída ni vista ni realizada desde el gran Julio César u otros emperadores romanos. Y han cruzado el mar y caído sobre África y tomado su principal ciudad y fortaleza, Túnez y La Goleta, el reino de Orán y las ciudades de África y Trípoli. Son ellos quienes, con unos puñados de tropas instaladas en ciudadelas, roques y castillos, mantienen bajo rienda a los potentados de Italia y a los estados de Flandes, Morea y otros países infieles[…]. Y lo más notable de estas hazañas es que no las han llevado a cabo grandes masas de hombres, sino tropas reducidas; porque nunca se han hallado diez mil españoles juntos en una ocasión, de los cuales nunca quedaron tendidos más de tres mil, por grande que fuese la carnicería en algunas batallas infortunadas. […] Y ante ellos llegó a humillarse el mismo emperador Carlos cuando, al ir a terminar sus días en España, agradeció a Dios la gracia de volver a ver este país, que había amado por encima de los demás, atribuyendo a la nación española, después de a Dios, todas sus victorias y triunfos».
En varios aspectos, los profesores de Salamanca se adelantaron a las formulaciones de Locke, pero el problema de qué hacer ante un gobierno tiránico no quedó bien resuelto. Mariana justificó el tiranicidio, solución poco práctica como norma. Las tesis de Salamanca contradecían las cada vez más frecuentes en el continente, que conducirían a las monarquías absolutas y más adelante a los totalitarismos
... autonomía del individuo, el poder originado en Dios pero transmitido al monarca a través de la sociedad, rechazo del poder absoluto, mercado libre basado en la libre circulación de bienes. Salamanca tiene un papel importante como fundadora o cofundadora de los más tarde llamados derechos humanos, de la economía liberal y el derecho internacional.
.»Los admiradores de Al Ándalus destacan la riqueza, la literatura, la ciencia o las hermosas construcciones ligadas durante algunos siglos a sus capas dominantes, y olvidan el extremado despotismo, el muy extendido esclavismo, la violenta y casi constante discordia civil o la permanente imposición de oligarquías foráneas. Al mismo tiempo desprecian el espíritu mucho más libre de los españoles, aun si durante unos siglos más pobres y menos ilustrados. Cabe sospechar que en el fondo admiran precisamente el despotismo: la libertad vale menos que la riqueza. Pierden de vista, además, que el esplendor andalusí se estancó irremediablemente entre los siglos XIII y XIV, mientras los españoles, más libres, no dejaron de progresar
Añádase que el ingreso en la CEE-UE tampoco ha calmado las presiones disgregadoras, que no han dejado de crecer. No ha resuelto un solo problema de fondo para España, y en cambio ha creado otros y limitado la capacidad para afrontarlos, por la pérdida de independencia y soberanía.
(Este párrafo merece una reflexión mucho más profunda, de ser así el futuro se presenta, peor que muy negro, completamente en blanco).
No: dentro de la UE, España, por su propio interés, debe presionar para una vuelta al Mercado Común, sin más experimentos perniciosos. Incluso saliendo de ella no dejaría de ser un país europeo. Si acaso con más independencia que en la actualidad.
Por casi todas partes se hizo realidad el augurio del propio Bolívar: «No hay fe en América, ni entre los hombres ni entre las naciones. Los tratados son papeles; las Constituciones, libros; las elecciones, combates; la libertad, anarquía; y la vida, un tormento»
En un sentido muy amplio, España pertenece a Europa. Pero en ella se encuentra, políticamente, reducida al nivel de aliado-lacayo. Y en cualquier caso solo desempeñaría en una federación europea un papel secundario y hasta autodisolvente, aun suponiendo que los rumbos ideológicos de la UE no conduzcan a un callejón sin salida. No está al alcance del país volver a convertirse en una gran potencia económica y política, y probablemente tampoco es deseable. Madrid podrá contrapesar el absorbente poder centroeuropeo mediante unas relaciones estrechas con Usa y el resto de América, pero a ellas tendría también que renunciar según fuera renunciando a su soberanía, como es la tendencia dominante en la actualidad. Solo podría jugar, no se sabe hasta qué punto, con una mayor alianza con Polonia y similares para mantener algo de presencia propia.
La verdad es que hay muchas vueltas que dar, puede considerarlo cierto o falso, simpre habrá diferentes matices.
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