17 julio 2025

PALETOS DE CIUDAD

PALETOS DE CIUDAD


En el periodo estival hay pueblos de la España vaciada que están un poco más llenos. Arriban a ellos habitantes de paso que se instalan a pasar el verano en sus segundas viviendas o bien en alquileres o casas rurales. Se trata, principalmente, de pasar las vacaciones en un ambiente diferente. La gran mayoría repite de un año para otro. Y tienen cierta familiaridad con otros vecinos y algunos habitantes del pueblo. Pero los naturales del pueblo se refieren a ellos como "los veraneantes". Algunos lo sienten con un deje despectivo y pretenden demostrar, o demostrarse, que ellos no son tan veraneantes, sino que son parte del pueblo que viven en la ciudad, que se sienten unidos a ese terruño y que pretenden aprovechar la oportunidad de disfrutar de su vida allí.

Para demostrarlo tienden a comentar lo bien o mal que lo está haciendo Paco, el alcalde. A ver si las fiestas de este año resultan mejor que las del año pasado, que no fueron malas pero que se podían mejorar. Poco después descubre que al alcalde todos le llaman Don Francisco y que hace lo que puede y que las fiestas de este año van a ser como la de todos los años. Ni mejores ni peores y que depende de los participantes, incluidos los veraneantes, disfrutarlas más o menos que otros años.

Sus hábitos no son caros, por la mañana suben a la bicicleta y se ponen a pedalear hasta uno de los pueblos más próximos. Pedalea con la cadencia del que no está habituado a la bicicleta, lentamente y reteniendo de vez en cuando el tráfico. Pero sabe que es un vehículo más y que tiene todo el derecho de ir por la carretera. Terminada la ruta mañanera sube al coche y se dirige al mercado, se pone de los nervios cuando un tractor circula a 25 kilómetros por hora, más rápido que una bicicleta pero mucho más lento que un coche, tiene que ir pacientemente detrás de él hasta que puede adelantarlo. Una vez adelantado se dice a sí mismo que no debería estar permitido circular en tractor por la carretera. La mayoría de los veraneantes piensa lo mismo cuando van en coche.

Aparca de cualquier manera, después de todo en el pueblo no hay tantas restricciones como en la ciudad, entre otra cosas porque allí el ritmo es diferente. Entra en el colmado y empieza a hacer su compra, un poco decepcionado porque la oferta no es tan amplia como en el super de la ciudad, llena su carro de la compra rápidamente, casi convulsivamente, anticipándose a cualquiera que esté mirando por un producto en el mismo estante. Al ir a caja ya se despierta el diablo urbano y empieza a caminar más rápido para alcanzar un buen lugar en la cola. Y se pone nervioso cuando el cajero pregunta al cliente anterior por la salud, por su vida y por su familia, la conversación habitual en el pueblo molesta al veraneante.

Y cuando llega al bar del pueblo descubre que no hay café latte ni capuchinos, la oferta es café solo o con más o menos leche y empieza a añorar los comercios y las cafeterías de la ciudad. A pesar no perder la raíces con el pueblo en que veranea descubre que es un extraño, por mucho que haya estudiado las políticas de Paco que resultó ser Don Francisco es un ser extraño en el pueblo incapaz de entender su ritmo y costumbres. Asume que es un veraneante, un paleto de ciudad. 

4 comentarios:

Susana Moreno dijo...

Muy cierto. A los visitantes se nos detecta pronto. Un beso

LUFERURA dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
LUFERURA dijo...

Si no es que se no note, es lo que queremos parecer.
Un saludo

Trecce dijo...

Hay que adaptarse, de lo contrario, el veraneante resulta bastante molesto con sus costumbres de exigir prisas a todo el mundo.