13 septiembre 2025

REDBURN: SU PRIMER VIAJE

Redburn: Su primer viaje.



Es el tercer libro que leo de Herman Melville. El primero fue, por supuesto, Moby Dick y el segundo Benito Cereno. Este libro, al contrario que los dos anteriores, tiene mucho de documental y poco de aventura. Nos narra las andanzas de Wellington Redburn desde su casa hasta Nueva York, en esta ciudad se enrola en un mercante, el Highlander, que se dirige a Liverpool. En la ciudad inglesa hace amistad con Harry y hace una serie de excursiones, una de ellas a Londres. El Highlander regresa a Nueva York cargado de emigrantes. Cambiando drásticamente las peripecias en el viaje de vuelta comparado con el de la ida.

La historia puede dividirse en tres partes y un epílogo. La primera parte es el viaje de ida en el que nos describe la vida a bordo y a algunos de los personajes que van salpicando la narración, no tanto como claves de la trama sino como descripción de la variopinta de la mar. La segunda parte es la estancia en Liverpool en la que el protagonista conoce a Harry y nos describe la vida que hace hace en una tierra que le acaba resultando extraña, en la que incluye la descripción de la gente del puerto. La tercera parte es el viaje de vuelta en la que nos describe a los diferentes tipos de emigrantes y las diferentes vicisitudes y circunstancias que coinciden en la singladura. El epílogo cuenta la despedida entre Redburn y Harry.

Como ya he dicho el valor del libro es documental y descriptivo, incluso de denuncia en alguno de sus párrafos, fue publicado en 1849. Resulta una lectura interesante y es recomendable tener un poquito de conocimiento de términos marineros, el lector puede quedarse sin saber en ocasiones, como le pasó a un servidor, a qué se refiere cuando se refiere a un objeto o modalidad de cordaje.

Haré mención a la última parte del capítulo LVIII en la que nos habla de los emigrantes y que transcribo a continuación:

Dejemos a un lado esa manida polémica nacional si debería permitirse que semejantes multitudes de extranjeros pobres desembarquen o no en nuestro país; olvidémosla con la idea de que, si pueden llegar hasta aquó, es que Dios les ha dado derecho a venir, aunque traigan consigo a toda Irlanda y sus miserias. Pues el mundo entero es patrimonio del mundo entero y es imposible saber quien es dueño de una piedra de la Gran Muralla China. Dejemos esa polémica a un lado y pensemos en la mejor manera en la que pueden venir los emigrantes, ya que vienen, quieren venir y vendrán.

Hace poco el Congreso ha aprobado una ley que limita proporcionalmente el número de emigrantes que pueden admitirse a bordo de cada barco. Si esa ley se aplicase, las cosas mejorarían mucho, igual que mejorarían si se aplicase la ley inglesa respecto a las raciones de comida que debe llegar consigo cada emigrante que embarca en Liverpool. Pero cuesta creer que vayan a aplicarse.

Sin embargo, ninguna legislación afecta, ni siquiera de manera formal, a la triste situación del emigrante. ¿Qué ordenanza obliga al capitán de un barco a proporcionar a los pasajeros de la antecámara un alojamiento en condiciones y a suministrarles aire y luz en esa sucia madriguera donde pasan emparedados la larga travesía del Atlántico?¿Qué ordenanza le fuerza a instalar el fogón, o la cocina de los pasajeros de la antecámara, en un lugar seco y protegido, donde los emigrantes puedan cocinar durante una tormenta o en caso de lluvia?¿Qué ordenanza le obliga a darles más espacio en cubierta y a dejarles pasear de vez en cuando de proa a popa? No hay ninguna ley acerca de estas cosas. Y aunque la hubiera, ¿quién, salvo un Howard, se ocuparía de hacerla cumplir?¡Y qué pocas veces hay un Howard en el gobierno!

Hablamos de los turcos y abominamos de los caníbales, pero ¿no habrá algunos de ellos que vayan al cielo antes que nosotros? Es posible que tengamos cuerpos civilizado y sin embargo almas de bárbaro. Nos hacemos los ciegos ante el espectáculo del mundo real; los sordos ante su voz; y los muertos ante su muerte. Y hasta que no sepamos que un solo sufrimiento pesa más que diez mil alegrías, no nos convertimos en lo que el Cristianismo trata de hacer de nosotros.

Queda clara la opinión de Herman Melville que da mucho para debatir y desarrollar, pero queda patente también que después de más de ciento cincuenta años hay problemas y actitudes que permanecen. 


6 comentarios:

efurom1 dijo...

No he tenido ocasión de leer a Melville, si exceptuamos alguno de esos libros ilustrados y adaptados para niños. Bueno, también vi a esa edad (10-12 años) Moby Dick, una peli que me impresionó y de la que sin duda hubiera agradecido que alguien me hubiera guiado hacia la lectura de Melville. Reconozco que en mi formación tengo una inmensa laguna: la lectura de esos clásicos juveniles.
Creo que hoy me resultaría más difícil leer Redburn: mi conocimiento de términos marineros es nulo. Podría tal vez leerlo consultando cada dos por tres el diccionario o la web, pero sería hacer de la lectura un suplicio.
De todas maneras, agradezco que dediques esta entrada a comentarlo y que destaques los párrafos dedicados a la emigración.
Es cierto, creemos que hemos avanzado mucho en 150 años, pero en algunos aspectos estamos igual...o peor. Me quedo con el último párrafo: desde "...cuerpo civilizado y alma de bárbaro" hasta el final.
Saludos,

LUFERURA dijo...

Pues me permito recomendarte la lectura de Moby Dick, en libro no en comic, viene a ser una historia de venganza con adornos (que es lo trasladado a la lectura juvenil) con la moraleja que ya sabemos: Si quieres venganza cava tos tumbas...
Respecto a la emigración efectivamente estamos igual, basta con ver los dibujos de barcos esclavista y las fotos de las pateras hoy.
Un saludo

El Último de Filipinas dijo...

Habría que saber cuánto presupuesto dedicaba Inglaterra al sustento, alojamiento y mantenimiento de cada inmigrante llegado.

LUFERURA dijo...

Me imagino que en esa época los echaba a Amértica y Australia.
Un saludo

Nicolás Martin dijo...

no creo que hayan querido dar un buen presupuesto para mejorar las cosas, creo que como en todos lados y en todas las épocas, siempre dejan desamparados.

saludos

LUFERURA dijo...

Si hay cosas que siguen igual es porque no se han preocupado mucho. Han cambiado los flujos, pero no las situaciones.
Un saludo